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o hay nada más fácil de pronosticar que el pasado, decía George Bernard Shaw. El dramaturgo inglés sabía que el futuro es otra cosa: un cementerio de pronósticos y proyecciones. Todos sabemos que el peso se ha depreciado más de 10% en los últimos dos meses; pero debemos estar conscientes de que esa información no garantiza nada cuando se trata de atisbar el futuro próximo. No sabemos cuánto valdrá el tipo de cambio en el futuro próximo.

Si hiciéramos caso al bullicio que se desprende en estos días de los mercados cambiarios, podríamos pensar que va rumbo a los 22 pesos por dólar. Si, en vez de eso, escuchamos a los economistas de los Grupos Financieros, podemos pensar que se mantendrá alrededor de los 20 o incluso bajará hasta la zona de 18.50-19.00.

Son los apocalípticos contra los optimistas y el tiempo dirá quién tuvo la razón. ¿Pesarán más los riesgos que la resiliencia de la economía mexicana? La respuesta es complicada porque estamos viviendo en una ecuación en la que hay demasiadas incógnitas por despejar: en este momento, el peso se mueve como una expresión del nerviosismo que ha generado la reforma fiscal de Estados Unidos. Todavía no sabemos cuánta agua y truenos traerá esta negra nube, pero estamos conscientes de que hay más nubarrones en el cielo. Está la conclusión de las negociaciones del TLCAN y, por supuesto, la competencia electoral donde decidiremos el próximo presidente y la composición del próximo Congreso de la Unión.

En estos días hablamos mucho de la reforma fiscal, porque es la nueva mancha en el cielo. Hay incertidumbre relacionada con los efectos que podría provocar en la economía mexicana. En un escenario de pesadilla, habría salida masiva de capitales y migración de la sede corporativa de algunas empresas para aprovechar la rebaja en las tasas.

Nada de eso ocurrirá, si las cosas suceden como proyecta la Secretaría de Hacienda. Para José Antonio González Anaya, la reforma fiscal de Estados Unidos no es como la pinta la propaganda. La baja en las tasas no será tan grande. En cuanto a los efectos para México, está convencido que no hay razones para temer una salida masiva de capitales porque las inversiones financieras no tendrán un cambio fiscal, mientras que México seguirá siendo muy atractivo para las inversiones en la economía real.

Lo único cierto es que esa reforma ya ha significado turbulencias para México. Es el movimiento depreciatorio del tipo de cambio y la presión para que Hacienda haga algo. Una cosa que ha faltado explicar es que esa reforma fiscal tardará varios meses en aterrizar y tomar forma. El impacto que estamos viviendo ahora es más emocional y psicológico que “real”. Más pronto que tarde, la preocupación sobre los cambios tributarios de Estados Unidos cederá su lugar a otros dos grandes temas del 2018: TLCAN y elecciones. Estos “asuntitos”, acompañados de las decisiones de la Reserva Federal de Estados Unidos, serán los grandes determinantes del valor del tipo de cambio del peso frente al dólar.

¿Por qué nos importa el tipo de cambio? Porque que la volatilidad cambiaria se convierte en incrementos de precios. El 2017 es el año que trajo la inflación de regreso. Ésta seguirá entre nosotros, mientras las presiones contra el peso sigan por aquí… y  ahí están: son la nubes negras que oscurecen el cielo.