En tiempo de veda electoral, que no vigilia, todos los chefs y cocineros deben adaptar sus respectivos menús para que no los agarren en curva y los parroquianos que suelen acudir a comer a sus restaurantes, fondas, comederos, merenderos, changarros y puestos callejeros no acaben indigestándose con alguna delicia culinaria prohibida por el árbitro electoral. … Continued
En tiempo de veda electoral, que no vigilia, todos los chefs y cocineros deben adaptar sus respectivos menús para que no los agarren en curva y los parroquianos que suelen acudir a comer a sus restaurantes, fondas, comederos, merenderos, changarros y puestos callejeros no acaben indigestándose con alguna delicia culinaria prohibida por el árbitro electoral.
Por eso, en esta ocasión, y ya prácticamente con el tiempo encima de cara al día de la elección, vamos a preparar unas muy tradicionales enchiladas electorales que, de acuerdo al gusto de quien las prepare y las consuma, pueden ser amarillas, azules, tricolores, morenas, naranjas, turquesas…
INGREDIENTES:
– Kilos y kilos y kilos de electores… ¡perdón!, de tortillas
– Carne deshebrada de pejelagarto, de pato, de caballo bronco, de tucán, de mapache, de rana, de mono… ya saben, la variedad está en el gusto
– No olviden tropicalizar la receta para que se adapte a su región, así que pueden ser potosinas, michoacanas, morelenses y ¡hasta chilangas!
Para la salsa:
– Jitomates… y jitomatazos para las propuestas chafas
– Chiles de su preferencia: anchos, güeros, cuaresmeños, jalapeños, secos, etcétera
– Crema (que de esa tienen de sobra los políticos, pues le echan mucha crema a sus tacos, aunque esté agria y caducada)
– Cebolla finamente picada, para que nos hagan llorar, igual que cuando nos enteramos en qué gastan la lana para sus campañas y cuando rebasan los topes
– Queso rayado para espolvorear… con descalificaciones, calumnias, ataques, balconeos
REPARACIÓN:
La salsa se prepara a fuego lento, muuuuy lento, tienen de aquí al 7 de junio para que quede como para chuparse los dedos. Hay que sazonarla con spots, eventos callejeros aderezados con playeritas, gorritas, bolsitas del mandado y demás parafernalia proselitista (esto le dará a las enchiladas un característico sabor nauseabundo). Igualmente no olviden agregarle un colmillo de ajo (diente no, colmillo) para no quedarse a la zaga de los demás cocineros candidatos y, por supuesto, pónganle saborcito a sus discursos con todos los choros mareadores que se les ocurran (total, prometer no empobrece…). Para que la comilona agarre sabor de fiesta electoral inviten a muchos paleros y tragones para que celebren estas enchiladas como si se tratara de un platillo de alta alcurnia tipo foie gras.
¡Mal provecho!
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