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La región tiene un caldo de cultivo para los accidentes, así como una cultura de comunicación que alimenta las dudas.

La probabilidad de que un avión se estrelle es de 0.00001 por ciento. Esto es aproximadamente una opción en 10 millones. Hay muchas más probabilidades de sacarse la lotería, ser impactado por un rayo o tener un accidente fatal en automóvil.

En sólo nueve meses, van dos accidentes de avión protagonizados por aerolíneas de Malasia. Es un suceso raro y espectacular. Cuando ocurre una vez, se lleva las primeras planas. Cuando se repite, pasa otra cosa: hay una multiplicación de teorías y se abre el cofre de las explicaciones metafísicas.

El 8 de marzo del 2014, el vuelo 370 de Malaysia Airlines despegó hacia el norte, desde el aeropuerto de Kuala Lumpur. La torre de control perdió contacto 40 minutos después. El 28 de diciembre, el vuelo 8501 de AirAsia salió rumbo norte del aeropuerto de Surabaya en Indonesia. Luego de 40 minutos, perdió la señal.

Las coincidencias pueden confundir. Lo de los 40 minutos y el rumbo norte son detalles que sirven para hacer literatura, pero no hacen diferencia en este caso. El hecho de que se trate de dos aerolíneas de Malasia sí importa. Se trata de un país de tradición autoritaria, donde la información tarda en fluir. Ya lo vimos en el vuelo 370. Ahí la opacidad fue agravada por las circunstancias excepcionales: el avión desapareció en un día donde el clima era perfecto para volar. No se encontró la caja negra ni hubo acceso pleno a peritos internacionales.

El vuelo 8501 desapareció en medio de una tormenta. La última comunicación del piloto fue para pedir autorización de volar arriba de 34,000 pies y evitar o minimizar las turbulencias. No se han encontrado los restos porque han pasado apenas dos días, en uno de los cuales fue imposible realizar labores de rastreo por el mal clima.

Más de una persona con acceso al micrófono ha alzado la voz para referirse a estos dos sucesos con más entusiasmo que información. “¿Estamos ante un Triángulo de las Bermudas?”, escuché a una conductora decir, con voz casi emocionada, como si estuviera gritando gol. Lo más curioso del asunto es que el famoso Triángulo de las Bermudas es una leyenda inflada. Un avión se perdió en esa zona en 1950. Desde entonces… nada. Hay versiones no comprobadas o simples mentiras sobre esa zona que no está considerada entre las 10 más peligrosas del mundo para volar o navegar.

Volvamos al sureste asiático. El dato más interesante de las desapariciones es que el último contacto con los dos aviones ocurrió a menos de 100 kilómetros de distancia. Una advertencia para los que esperen una explicación parapsicológica: hay espacio para versiones más lógicas. El sureste asiático ha vivido una explosión de la aeronáutica civil en las últimas dos décadas. El boom económico ha venido acompañado de un auge del turismo. Los servicios profesionales vinculados al tráfico aéreo no han crecido en cantidad y calidad al ritmo requerido. Esto ha traído un incremento en el riesgo: la seguridad del transporte aéreo en Malasia e Indonesia no está a la altura del tráfico que mueven. Hay un problema de escasez de recursos humanos altamente calificados. Los controladores aéreos no se dan abasto; los pilotos son habilitados para tripular antes que en otras regiones. El sureste asiático tiene un caldo de cultivo para los accidentes. Tiene una cultura de comunicación que alimenta las dudas. ¿Es otro Triángulo de las Bermudas? Quizá…