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El 9 de marzo pasado la cotización del dólar frente al peso alcanzó 21.49, su nivel máximo en lo que va de este año. De entonces a la fecha, el peso se ha apreciado aproximadamente 7% frente al dólar para ubicarse en 19.90 al momento de escribir estas líneas.

Aunque aún le falta algo de terreno para llegar a 19.59, su nivel más bajo en lo que va de este año observado el 20 de enero, la tendencia podría llevar la cotización peso dólar hacia ese nivel. Como es costumbre, esta apreciación está principalmente explicada por factores exógenos dentro de los que destaca una depreciación generalizada del dólar y en especial las de mercados emergentes.

De acuerdo al Trade Weighted US Dollar Index que mide el desempeño del dólar frente a una canasta de monedas de sus principales socios comerciales, el dólar se ha depreciado aproximadamente 1.5% entre el 9 de marzo y el 16 de abril (fecha de la última publicación de este dato). La depreciación frente a algunas monedas emergentes, como el rand sudafricano, el peso mexicano y el peso chileno, ha sido aún mayor. Así como el peso fue una de las monedas más golpeadas durante el proceso generalizado de apreciación del dólar observado entre mediados de enero y mediados de marzo, en esta ocasión el peso ha sido una de las de mejor desempeño.

Como hemos comentado anteriormente, los movimientos del peso suelen exagerarse en ambas direcciones debido a la posición de nuestra moneda como una de las divisas emergentes más líquidas y fáciles de operar en todo el mundo. La depreciación generalizada del dólar está estrechamente relacionada con una caída en los niveles de aversión al riesgo a nivel global y una disminución en las tasas de interés de largo plazo en Estados Unidos. Después de alcanzar 1.76% a finales de marzo, la tasa que pagan los bonos del Tesoro a 10 años se ubica hoy en 1.56 por ciento.

Esta disminución en las tasas de largo plazo en EU se da después de un aumento prácticamente ininterrumpido que se aceleró considerablemente entre enero y marzo de este año y que llevó la tasa a 10 años desde 1.0% en febrero del año pasado a 1.76% en marzo de este año.

La principal razón detrás de la tendencia alcista de la tasa a 10 años ha sido la continua mejoría en las expectativas de recuperación en la actividad económica a nivel global pero en especial en Estados Unidos.

La constante revisión al alza de los estimados de crecimiento, ha incrementado la posibilidad de que la Fed se vea obligada a comenzar la normalización de su política monetaria antes de lo originalmente planeado. Esta tesis de una política monetaria menos acomodaticia sigue vigente a pesar de que la Fed ha mandado un consistente mensaje a los mercados de que mantendrá la tasa de referencia de corto plazo sin cambios hasta por lo menos el inicio de 2023. En la opinión de este columnista, la reciente baja en las tasas de largo plazo podría ser simplemente una pausa dentro de una tendencia alcista que debe continuar aunque de manera menos acelerada.

Si la economía de EU mantiene su vigorosa recuperación, es muy probable que la Fed comience a reducir su programa de inyecciones de liquidez —que incluye la compra masiva de bonos del Tesoro de largo plazo— antes de que termine este año y tan pronto como en el tercer trimestre.

Un anuncio así contribuiría a que las tasas de largo plazo retomen su tendencia alcista, elevando la prima de riesgo a nivel global. Cuando llegue ese momento, el dólar se volverá a apreciar frente a las monedas emergentes.

A pesar de esta situación, la combinación actual de un incremento global en el apetito por riesgo y el alza en las tasas de interés de corto plazo en algunos emergentes —en el caso de México la conclusión del ciclo de bajas— podrían seguir incentivando el flujo de recursos hacia activos de mayor riesgo como los instrumentos de renta fija y variable de mercados emergentes.