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La semana pasada el Premio Nobel de Economía 2019 fue otorgado a los economistas Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer por sus contribuciones al estudio del combate a la pobreza.

Durante muchos años, los economistas encajonaron el estudio de la pobreza al análisis de grandes series de datos agregados a niveles nacional o regional, identificando los factores determinantes del desarrollo y la pobreza con bases teóricas.

A la mitad de los años 90, Michael Kremer comenzó a romper este molde tradicional para evaluar el desarrollo y la pobreza en la Universidad de Harvard con una metodología que iba más allá de la teoría y los modelos econométricos.

La principal innovación de Kremer fue llevar a cabo experimentos de campo en Kenia para evaluar la interrelación entre los factores que la ciencia económica había identificado a lo largo de los años como determinantes de la pobreza. Los resultados fueron reveladores.

Aunque en muchas ocasiones los experimentos validaron lo planteado por el análisis tradicional, en muchos otros casos mostraron que el impacto de algunos factores estaba sobrevalorado, mientras que otras variables jugaban un papel determinante.

Banerjee y su esposa Esther Duflo —originarios de la India y Francia, respectivamente, y catedráticos del MIT— tomaron la metodología de Kremer como base fundamental para evaluar otros campos determinantes en el desarrollo y el combate a la pobreza como la educación, los servicios de salud y el emprendimiento, con experimentos basados en la India.

El objetivo principal del marco práctico creado por estos tres economistas es poder formular recomendaciones específicas de política económica y social con la evidencia concreta de los estudios. Un ejemplo específico fue un estudio realizado sobre la efectividad de las campañas de vacunación en la India que Duflo describe en el podcast titulado Money Talks: A Nobel Endeavour de la revista The Economist.

En este experimento, el objetivo era evaluar por qué en las localidades rurales de la India los índices de vacunación no superaban 5% si la vacunación es uno de los métodos más eficientes para salvar vidas.

En el experimento, se designaron 120 pueblos con índices de inmunización por debajo de 5 por ciento. En 60 de estos pueblos se mantuvo el statu quo mientras que en los otros 60 se incrementó la oferta de servicios de vacunación para atender a 100% de la población.

Asimismo, dentro de estos 60 pueblos, en 30 se incluyó un incentivo adicional a las personas que llevaran a vacunar a sus hijos —1 kg de lentejas por cada vacuna y una vajilla por el ciclo completo de vacunación. Como era de esperarse, los índices de vacunación en los 30 pueblos donde se incrementó la cobertura subieron de 5 a 12 por ciento.

Sin embargo, el hallazgo más relevante fue que en los pueblos donde además de incrementar la cobertura se incluyó un incentivo por vacunación, los índices subieron a 37 por ciento. La conclusión principal del estudio es que, aunque el nivel de cobertura de la oferta de vacunación juega un papel importante, la introducción de un incentivo para incrementar la demanda de vacunas juega un papel determinante.

Mucha gente en los pueblos decide posponer la vacunación porque ésta no es percibida como un tema urgente. La vacunación es más bien percibido como un tema preventivo que ayuda a evitar una enfermedad que podría, o no, presentarse en el futuro.

A pesar de los claros beneficios que genera la vacunación, la gente que vive en estos pueblos pobres enfrenta diariamente una serie de decisiones realmente urgentes, donde vacunar a sus hijos queda muy atrás en la lista de prioridades.

Los estudios de los laureados de este año nos enseñan que respuestas a preguntas cruciales como ¿cuáles son las causas de la pobreza? y ¿porqué algunos países generan riqueza mientras que otros se mantienen en la pobreza? se pueden ir construyendo caso por caso con el diseño de políticas específicas basadas en pruebas de campo específicas.