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Hubo un intento hace algunas semanas de cargarle la acelerada depreciación del peso frente al dólar a las expectativas que reflejan las encuestas de la elección presidencial.

La realidad es que, si se pudieran enumerar las causas de lo que ahora le ha pegado al peso en su relación frente al dólar, lo electoral quedaría hasta este punto en el tercer lugar.

La moneda mexicana tuvo un comportamiento relativamente estable durante los primeros tres meses del año. De hecho, inició con una recuperación de su valor tras las presiones del mercado muy delgado que prevaleció durante los últimos días del año pasado.

A lo largo del primer trimestre, el peso tuvo una relativa estabilidad en torno a los 18.50, hasta que llegó abril, que trajo una inesperada fortaleza para la moneda mexicana, que incluso en algunos momentos retó el piso de los 18 por uno.

Pero, después empezó lo que no se puede calificar como sorpresa ante el cúmulo de presiones: el peso se devaluó rápidamente hasta los niveles actuales de 20 por uno.

Es una virtud que el peso sea moneda flexible que amortigüe los impactos externos, pero la velocidad de depreciación es algo que no se puede obviar.

El primer factor que le pegó al peso, y que poco podría hacer la Comisión de Cambios para amortiguar, tiene que ver con la apreciación del dólar frente a las monedas del mundo. En general el billete verde ha cobrado fuerza frente a la canasta de divisas más importantes del mundo y ni hablar de su fortaleza frente a las monedas emergentes.

Esto tiene todo que ver con las presiones en el mercado de dinero de ese país. La tasa de interés del bono del Tesoro a 10 años, que es como el referente mundial obligado, ha subido. En seis meses, ascendió de 2.3 a 3.1 por ciento. Esto es miel para las abejas que gustan de buenos rendimientos y alta seguridad.

Entre los factores más mexicanos, pero de decisión externa, está la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y la esquizofrénica actuación de la delegación estadounidense, que ha generado una tensión enorme en torno al éxito o fracaso de las pláticas trilaterales.

Esto es veneno puro para la relación del peso frente al dólar, porque el TLCAN tiene una relación directa con el futuro económico de México, sin lugar a dudas.

El tercer factor es el electoral. No es ningún secreto que los capitales, las empresas, los que crean empleos y los que entienden la importancia de la estabilidad están altamente preocupados con la posibilidad de que triunfe la opción populista, que ha confesado políticas públicas que acabarán con todo eso.

Sin embargo, y a pesar de las encuestas, todavía no se posiciona como la angustia central.

Pero es un hecho que, ahora que estamos a más de un mes del día de las elecciones, este tema interno será cada vez más preocupante. Y en la medida en que se posicione como inevitable el triunfo populista, más presiones tendrán los mercados mexicanos y el peso irá por delante.

No es venganza, no es un acto de proselitismo, es una genuina preocupación por la ruptura negativa que se propone.

Hoy no hay manera de esperar otra cosa diferente a una depreciación mantenida e incluso más acelerada del peso. Y ni hablar del ánimo tras un resultado electoral adverso para la estabilidad.

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