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Creo que el país está en shock, aturdido por la rapidez de su doble crisis sanitaria y económica. El actor que debió responder a tiempo a ambas, el Estado, respondió mal a las dos. No imitó los buenos ejemplos internacionales que había para contener la pandemia. Tomó su propio camino de no hacer nada, sino esperar el contagio masivo que conduciría a la “inmunidad del rebaño”.

No hubo aquí ni pruebas masivas de infectados, ni su aislamiento radical, ni el seguimiento de sus posibles contactos infecciosos, ni políticas obligatorias de distancia social.

Hubo desdén por los riesgos del fenómeno, trivialidad en el discurso público, negación de la gravedad de lo que se venía. Hasta la fecha, el Presidente no usa cubrebocas.

La inacción frente a la crisis económica, siamesa de la pandemia, fue igualmente desencaminada. Tampoco en esto México tomó ejemplo de países que atacaron el problema inyectando grandes cantidades de dinero público para preservar empleos, empresas, y capacidad de consumo mientras la pandemia pasaba.

Según el Inegi, de todas las empresas registradas en México, solo 7.8 por ciento recibieron algún apoyo en la emergencia, fuesen créditos a la palabra que repartió el gobierno, aplazamiento de pagos en créditos o apoyos fiscales.

La mortandad de empleos y empresas ha sido enorme. La población en pobreza extrema podría pasar de 21 millones de personas en 2018 a 31 millones al terminar 2020.

Según cifras de la Secretaría de Hacienda, los nuevos programas sociales del gobierno, destinados a atender primero a los pobres, tienen solo 16 millones de beneficiarios. Les faltaría otro tanto para cubrir solo a los pobres extremos.

Lo mismo que el país, el gobierno entró en shock. Actuó frente a la emergencia como si esta no existiera o como si fuera a resolverse sola.

El presupuesto enviado ayer al Congreso es un perfecto reflejo del shock de inacción del gobierno. Se trata de un presupuesto básicamente igual al de este año, como si nada hubiera que enfrentar o corregir en el daño nacional que deje la tragedia de 2020.

Un presupuesto normal para un país que es casi pura anomalía.