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En 1995 se derrumbó la economía mexicana, el peso se devaluó y el efecto tequila impactó toda la región.

A lo largo de la historia financiera reciente, hemos visto cómo brotan crisis locales que arrasan un mercado determinado, pero que tienen impacto global.

Me entenderá mejor cuando le ponga el ejemplo del efecto tequila, cuando en 1995 se derrumbó la economía mexicana, el peso se devaluó, pero sus efectos tuvieron impacto en toda la región.

El efecto samba, cuando Brasil cayó en crisis, se devaluó su moneda y con efectos globales. Sume el efecto tango, con aquella crisis del corralito que también pegó en todos lados.

Fuera del continente, el efecto vodka, cuando tocó el turno a la economía rusa de entrar en una debacle.

Todos éstos pueden parecer un juego de niños cuando nos enfrentamos a la madre de todas las crisis financieras y económicas contemporáneas: el efecto dragón.

China protagoniza un derrumbe financiero sin precedentes para un mercado que está aprendiendo los manejos de Occidente. Pero eso es lo de menos comparado con lo que implica que su economía se desacelere de una forma tan drástica, porque eso sí arrastra a todos.

No han pasado tantos años desde que el mundo acusaba a China de maquillar sus cifras económicas, lo cual no es raro para un país del corte político del gigante asiático.

Pero el señalamiento es que los chinos ocultaban la realidad; decían que estaban creciendo arriba de 11 o 12% y presentaban crecimientos de sólo 10 por ciento.

El temor mundial era que un crecimiento tan acelerado calentara el precio de las materias primas y alterara el mercado de las exportaciones manufactureras.

El temor fue tan fundado que por aquellos años se disparó el precio del petróleo arriba de los 100 dólares, todos los metales se fueron a las nubes, en fin, todas las materias primas subieron su precio de manera estratosférica. Vamos, hasta el precio de la leche se disparó porque los chinos descubrieron el aporte proteínico del alimento y la empezaron a tomar por millones y millones de litros.

Ese gigante subió muy alto y tan rápido que no se dio tiempo de planear el aterrizaje. Toda economía tiene ciclos y si no hay un paracaídas viene este derrumbe.

El pánico que se apoderó de los mercados de todo el mundo tiene epicentro en China, porque no se ve que el gobierno de ese país realmente tenga posibilidades de frenar el derrumbe bursátil que alcanzó 11% la semana pasada y otro menos 8.5% tan sólo ayer.

Las materias primas no se libran de acompañar en la caída a China y vemos mínimos en el precio del petróleo que en el caso de México es de los mercados que más importan.

Lo que hoy vemos es un proceso largo de corrección del gran gigante chino que seguramente incluirá en su menú de medidas desesperadas una nueva devaluación de su moneda para regresar a sus orígenes de exportador, ante el fracaso que tiene el fortalecimiento de su mercado de consumo interno.

Todo lo que vemos fue provocado por la conducción económica de los propios chinos, pero si queremos echarle la culpa al horóscopo chino, hay que ver que están en el año de la cabra, por eso todo está tan…