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Sabemos los que leemos periódicos que el exgobernador de Coahuila, expresidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, expresidiario en España como sospechoso de lavado de dinero y asociación delictuosa, actualmente ya libre y en nuestro país, el profesor Humberto Moreira Valdés, demandó al académico, politólogo y columnista Sergio Aguayo Quezada el pasado 28 de junio porque, como el querellante lo hace saber en su demanda, el denunciado “utilizando medios de comunicación impresos y electrónicos de difusión masiva atentó en contra de mi honor, vida privada y mi propia imagen, también lesionando mis sentimientos, afectos, creencias, decoro, reputación, así como la consideración que de mi persona tienen los demás”.

¿Quiénes son los demás a los que el señor Moreira se refiere en su denuncia? ¿Los demás miembros del PRI? Es probable que éstos no sólo tengan en consideración su persona sino que su actuación la vean como un ejemplo a seguir en la vida política. Ahora, si el profesor al decir “la consideración que de mi persona tienen los demás” se refiere a los demás coahuilenses, a los que gobernó elevando la deuda estatal de 323 millones a 36,675.8 millones de pesos, para lo cual recurrió a la falsificación de documentos oficiales y prácticas irregulares, no creo que lo tengan en alta estima. El senador panista por Coahuila, Luis Fernando Salazar Fernández, a propósito de la demanda que el Profe Deuda, como le dicen al honorable don Humberto en la entidad, interpuso contra Sergio Aguayo, manifestó: “El que debe rendir cuentas es él, no Sergio Aguayo, nadie más, es justamente él quien nos tiene que rendir cuentas. Él dejó hipotecado el futuro de los coahuilenses, con él hubo inseguridad, con él arrastramos una deuda que nos hace tener impuestos más caros. Todas estas explicaciones nos las tiene que dar él, decirnos qué pasó, y para eso las autoridades mexicanas tienen que colaborar sin que sean omisos y cómplices de lo que es evidente en Coahuila y que todos sentimos”.

Fue un artículo publicado en los diarios Reforma de la ciudad de México y El Siglo de Torreón, Coahuila, escrito por Sergio Aguayo, el que en opinión del ofendido manchó su honor, y de ahí la demanda por 10 millones de pesos. El artículo fue publicado el 20 de enero del año que está corriendo —del susto—. En él el académico del Colegio de México no expresó nada que antes no hayamos formulado casi todos los caricaturistas del país, algunos analistas y bastantes columnistas. (En mi caso, remito a los lectores a mis columnas publicadas en este benemérito periódico: “Moreira y los lavaderos”, del 18 de febrero del 2014 y “La esposa de Moreira y “El Mono” del 22 de marzo de este año, año de la devaluación, ese día un dólar ya costaba 17 pesos con 70 centavos).

Tres asuntos son los que provocaron fijar mi atención en el caso de Sergio Aguayo, uno es la susceptibilidad de Moreira, considerado en diciembre del 2013 por Dolia Estevez, en la revista Forbes, como uno de los 10 personajes más corruptos de México, ante lo escrito por el académico: “Moreira es un político que desprende el hedor corrupto: que en el mejor de los escenarios fue omiso ante terribles violaciones a los derechos humanos cometidos en Coahuila, y que, finalmente, es un abanderado de la renombrada impunidad mexicana”.

El segundo asunto es que la demanda de Moreira fue interpuesta el 28 de junio del año que pasará a historia como el año en que un presidente mexicano pidió perdón. Es decir, cinco meses y ocho días después de publicado el texto de la discordia. Aquí cabe la teoría del demandado, quien comenta que quizá haya preocupación en algunas esferas coahuilenses de poder porque, en su carácter de académico del Colegio de México, a partir del mes de abril se propuso investigar la masacre que perpetraron los Zetas en Allende, Coahuila, en marzo del 2011, donde perdieron la vida entre 200 y 300 personas, uno de los mayores asesinatos en masa habidos en el país en la era contemporánea.

El tercer tema es la autovaloración del demandante que quedó plasmada en su requerimiento ante la autoridad: “De lo anteriormente expuesto su señoría puede percatarse que soy un apasionado de la comunicación libre, siempre dentro del marco legal y respetando en todo momento la ética de la profesión, las limitantes a la libertad de expresión en cuanto se contrapongan violando derechos de terceros (sic), dedicándome al trabajo de manera diligente y eficaz, lo que me ha permitido llevar una vida honrada y decorosa, sin que a la fecha (aquí deja abierta una posibilidad) haya sido condenado por delito alguno”. Luego de saber de las múltiples virtudes que el querellante descubre en su persona, 10 millones de pesos me parecen una cantidad muy menor ante tanto honor lastimado.

Para terminar, si alguien cercano a don Humberto leyera estas letras, recomiéndele que de ahora en adelante, antes de reaccionar con aspereza ante lo que él considera infundios o calumnias, piense en la hipótesis del presidente Peña Nieto sobre la percepción que los hombres de la política generan con sus actos en nosotros los simples mortales, aunque éstos sean realizados conforme a derecho y con total integridad. Por ejemplo, yo tengo la percepción de que don Humberto Moreira Valdés es un caradura que insulta la inteligencia de los ciudadanos.