Elecciones 2024
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Quizá los pasajes más inquietantes del libro de Guillermo Trejo y Sandra Ley, mencionado ayer en esta columna, se refieren a la forma como, de la mano del proceso de alternancias democráticas y del uso faccioso o partidista de los cuerpos de seguridad en el combate al crimen, apareció en México y obtuvo carta de naturalización un nuevo tipo de actor político: el criminal organizado.*

No es un actor político en el sentido tradicional de la palabra: no tiene partido ni aspira a gobernar el país.

Pero es un actor político en el sentido duro de competir por el poder y por el gobierno de territorios para usarlos como botín, no solo para el tráfico de drogas, sino para la expoliación en todos los órdenes: saqueo de bosques, robo de gasolina, despojo de bienes, trata de personas y cobro de impuestos bajo la forma del “derecho de piso” o la venta de protección.

Este nuevo actor político, dicen Trejo y Ley, puede estar hoy en control directo, instalado como gobierno sombra, en 10 por ciento del territorio nacional, donde vive la tercera parte de la población de México. Su ámbito es el orden municipal, a veces de grandes ciudades, claves no solo para el paso de drogas, sino para el funcionamiento de la economía de la región.

El interés profesional del crimen en las elecciones puede leerse en su marca de fábrica: el asesinato de alcaldes y candidatos a alcaldes en tantos lugares de la República. Su caldo de cultivo y su espacio de negocio no es ya, o no solo, el narcotráfico, sino el control de territorios completos para exprimirlos como un gobierno paralelo en competencia con los gobiernos legales.

También, desde luego, en colusión con los gobiernos legales, a menudo a través de ellos, imponiendo como candidatos a marionetas o cómplices, o impidiendo a tiros al independiente. El crimen organizado, visto desde esta perspectiva, no es solo una anomalía, sino una de las consecuencias de nuestra democracia sin estado de derecho y parte constitutiva del tejido político real.

*Guillermo Trejo y Sandra Ley: Votes, Drugs and Violence. Cambridge University Press, 2020.