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Ayer, el bull market en los mercados accionarios estadounidenses se convirtió en el más largo de la historia, superando los 3 mil 453 días (casi 10 años) que duró la racha de 1990 al 2000 —un bull market se define como cualquier periodo en el que el índice o activo en cuestión no registre una caída superior a 20 por ciento.

Desde el 9 de marzo del 2009, cuando el índice S&P 500 alcanzó su nivel mínimo de 676.53 puntos, dicho índice ha crecido casi 325 por ciento.

Aunque ha habido momentos de volatilidad y ajustes a la baja importantes, como los vividos entre finales de abril y finales de junio del 2010, julio y agosto del 2011, mayo del 2012, julio y agosto del 2015, y enero y febrero de este año, todos estos ajustes fueron de carácter temporal y ninguno superó 15 por ciento.

Aunque este bull market ha sido el más longevo, también ha sido uno de los más vilipendiados.

Durante gran parte de los últimos 10 años, el buen desempeño de los mercados accionarios fue impulsado por la vorágine de estímulos monetarios que generaron una liquidez inusitada en los mercados.

Entre el 2010 y el 2016, repetimos en varias ocasiones en este espacio que los mercados libraban una batalla entre la gran ola de liquidez y una frágil e inconsistente recuperación económica.

Claramente, la batalla la ganó el mayor experimento monetario de la historia. Aunque los principales índices accionarios han recuperado gran parte del terreno perdido a principios de año, el fuerte ajuste observado a finales de enero es un recordatorio de que el bull market no durará para siempre.

La incógnita más grande que enfrentan los mercados accionarios es la reacción a los retiros de liquidez que se están dando como parte de la normalización de la política monetaria de los grandes bancos centrales.

Hasta ahora, los retiros de liquidez han sido graduales y el impacto sobre los mercados ha sido ordenado. Aunque la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) ha emprendido una ruta más agresiva para normalizar su política monetaria, otros bancos centrales como el de Japón, el de China y el Banco Central Europeo han mantenido programas agresivos de expansión monetaria.

En la actualidad, los mercados libran una batalla entre el retiro de liquidez por parte de la Fed y la aceleración en el crecimiento de las utilidades de las empresas.

El retiro de liquidez por parte de la Fed ha sido mitigado por las acciones de otros bancos centrales. Sin embargo, en el mediano plazo es muy posible que varios de las autoridades monetarias mencionadas en el párrafo anterior comiencen con su propia estrategia de retiro de liquidez, dejando al crecimiento en las utilidades como principal motor del mercado alcista.

Actualmente, las empresas están registrando fuertes crecimientos en sus utilidades, impulsadas por un buen entorno económico pero, sobre todo, por la reducción en las tasas del Impuesto sobre la Renta corporativas, resultante de la reforma tributaria aprobada a finales del 2017 en Estados Unidos.

Inclusive, hay varios observadores que argumentan que la única razón por la cual los principales índices accionarios no han superado los máximos históricos de enero de este año es por la escalada en las tensiones comerciales a nivel internacional. Aunque el bull market todavía parece tener piernas, no hay que perder de vista los factores que podrían provocar su fin.

La implementación de estímulos fiscales con un mercado laboral en pleno empleo y el creciente déficit público ha contribuido a un incremento en las tasas de interés de largo plazo que podría exacerbarse.

Asimismo, la Fed está más vigilante sobre posibles presiones inflacionarias y, por lo tanto, podría tomar una trayectoria más agresiva de alza en tasas.

Adicionalmente, las tensiones comerciales podrían seguir escalando. Aunque los bull markets no mueren de longevidad, las condiciones que han impulsado una de las mayores rachas alcistas de la historia están perdiendo fuerza.