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Mañana miércoles concluye la antepenúltima reunión del año del Comité de Mercado Abierto de la Fed y primera desde que esta institución recortó las tasas de interés por primera vez en más de una década. Esta decisión de política monetaria viene antecedida por la bazooka de estímulos revelada por el Banco Central Europeo (BCE) la semana pasada.

Tal como anticipaba el mercado, el BCE cumplió con la promesa hecha por su presidente, Mario Draghi, en julio pasado, de hacer todo lo necesario para mejorar las condiciones de crecimiento en la eurozona y evitar un escenario de recesión y deflación.

En concreto, el BCE redujo la tasa de depósitos de -0.4 a -0.5% y reinició un programa sin fecha preestablecida de conclusión de inyecciones de liquidez mediante la compra de 20,000 millones de euros en activos financieros al mes a partir del 1 de noviembre. Adicionalmente, el BCE hizo un compromiso explícito de mantener las tasas de interés en los niveles actuales o inclusive más bajos hasta que haya evidencia robusta de convergencia en los niveles de inflación con el objetivo de 2.0 por ciento.

Este compromiso explícito contrasta con el guidance de la última reunión donde el compromiso de mantener las tasas en niveles extraordinariamente bajos o inclusive negativos estaba atado a una fecha límite —la primera mitad del 2020— y no al objetivo de inflación.

Adicionalmente, el BCE introdujo un mecanismo para que parte de los depósitos de los bancos en el BCE no estén sujetos a la tasa de depósitos con el fin de apoyar al sistema bancario que está sufriendo con las tasas de interés negativas.  Con esta vorágine de estímulos se despidió Mario Draghi, quien será remplazado como presidente del BCE por Christine Lagarde a partir del 1 de noviembre.

La contundente acción del BCE es consecuencia, entre otras cosas, de un creciente entorno de incertidumbre derivado del fuerte impacto que han tenido las tensiones comerciales sobre la economía de la eurozona y la probabilidad de que dichas tensiones continúen escalando, así como el posible choque de un Brexit sin acuerdo.

En medio de este contexto, el mercado está esperando que la Fed realice un nuevo recorte de por lo menos 0.25%, para dejar la tasa de referencia en un rango de 1.75 a 2.00 por ciento.

Aunque algunos observadores esperan un recorte de 0.50%, la opinión de este columnista es que la Fed optará por un recorte de un cuarto de punto y un tono acomodaticio en el comunicado.

Más allá del recorte y del tono del comunicado, la atención del mercado estará centrada en la publicación de nuevos estimados económicos y en la gráfica de puntos (dot plot) que delinea las expectativas del nivel de la tasa de referencia de los miembros del FOMC.

En este sentido, es muy probable que haya un cambio importante en el cual se refleje una creciente probabilidad de un nuevo recorte de un cuarto de punto en la reunión de política monetaria de diciembre, que dejaría la tasa en un rango de 1.50 a 1.75 por ciento. Esto es un cambio radical con la postura del cierre del 2018 cuando el dot plot anticipaba hasta tres aumentos de un cuarto de punto cada uno durante el 2019, que hubieran dejado la tasa de referencia en un rango de 3.0 a 3.25% al cierre de este año.

Asimismo, el dot plot probablemente incorpore la posibilidad de por lo menos dos recortes adicionales de 0.25% cada uno en el 2020. Aunque el presidente Trump está ejerciendo una presión inusitada sobre la Fed para que baje las tasas de interés a cero y copie al BCE con la implementación de estímulos cuantitativos para evitar una mayor desaceleración que ponga en peligro su reelección, la Fed debe actuar cautelosamente y hasta ahora la evidencia de contagio de la desaceleración global a la economía estadounidense es todavía limitada. La Fed tiene algo de espacio para actuar, pero no debe sucumbir a las presiones políticas aunque al mismo tiempo no debe dejar de actuar en caso de ser necesario.