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La semana pasada el Banco Central Europeo (BCE) comenzó con su ampliamente esperado programa de inyecciones de liquidez mediante la instrumentación de la primera de dos líneas de financiamiento especial para los bancos europeos. El monto del programa de inyecciones de liquidez asciende a 400 mil millones de euros, lo cual equivale aproximadamente a 4 por ciento del Producto Interno Bruto de la eurozona. Para poner en contexto esta medida, vale la pena recordar que la Reserva Federal (Fed) realizó inyecciones de liquidez que implican un aumento de aproximadamente 500 por ciento en el tamaño de su balance en comparación con los niveles precrisis.

Asimismo, el Banco Central de Inglaterra también multiplicó el tamaño de su balance por cinco entre el 2007 y el 2014 y más recientemente el Banco Central de Japón (BoJ) aumentó su balance en casi 300 por ciento.

En contraste, el tamaño del balance del BCE actualmente es apenas del doble de su nivel precrisis. Con las nuevas inyecciones de liquidez es posible que el tamaño del balance retome su máximo histórico del 2011-2012, cuando se implementaron los programas de liquidez para descongelar los mercados de crédito soberano y reducir los costos de financiamiento para algunas de las economías más grandes de la periferia europea.

Desafortunadamente, el BCE comenzó a retirar estímulos de manera anticipada en el 2013, contribuyendo a que la eurozona se encuentre al borde de una nueva recesión. Aunque los pasos más recientes del BCE van en la dirección correcta, parecen insuficientes para estimular el crecimiento económico e impulsar la recuperación del empleo.

Una de las razones por las que el BCE ha sido mucho más conservador que la Fed es que tiene un mandato único de estabilidad de precios, mientras que la Fed tiene un mandato dual de procurar la estabilidad de precios y el pleno empleo. Otra razón por la cual el BCE ha sido tímido es la postura ultraconservadora de Alemania en esta discusión.

Sin embargo, dado el creciente riesgo de deflación y la amenaza de que Europa caiga en recesión por tercera vez en cinco años, es necesario que el BCE tome una postura más agresiva.

Los mercados parecen estar tranquilos porque están convencidos que Mario Draghi, presidente del BCE, está consciente de que la institución no puede darse el lujo de cometer los mismos errores de política monetaria que cometió el BoJ en los 90 y que contribuyeron a sumir a Japón en una década de estancamiento y deflación.

En esencia, los mercados anticipan que el BCE estará dispuesto a inyectar más recursos en la economía y ampliar su balance de manera más agresiva conforme sea necesario.

El mismo Draghi reconoció explícitamente los riesgos de la manera tan conservadora y gradual de actuar del BCE. Para Draghi, en el contexto actual, la política monetaria puede y debe jugar un papel central para impulsar la demanda agregada. No obstante, el presidente del BCE fue claro en que la política monetaria es solamente uno de tres pilares necesarios para sacar a la eurozona de su letargo, siendo los otros dos las reformas estructurales y la política fiscal.

A pesar de la aversión natural de los alemanes a la inflación -por moderada que ésta sea- las autoridades europeas deben saber que es más fácil recorrer el camino conocido de reducir los déficits fiscales con la ayuda de la inflación, que virar por el camino incierto de la deflación.