Elecciones 2024
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El primer año se fue sin que el gobierno pudiera cumplir su promesa de crear siete millones de empleos y la economía creciera cuatro por ciento. Más bien resultó una debacle: perdió más de un cuarto de millón de empleos y la economía se quedó en cero por ciento.

Prevalece la inquietud por la falta de recursos. Tanto, que el gobierno se chutó la mitad de los 260 mil 184.9 millones de pesos del Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios, un guardadito que ningún gobierno solía usar desde que fue creado en el sexenio 2000-06.

Entre un rosario de malos números económicos, uno de los peores es que la producción automotriz sufrió su peor caída durante 30 años, al registrar una baja del 16.35 por ciento, cuando representó el 20 por ciento del PIB apenas ¡el año pasado!

La fabricación de automóviles, camiones y piezas era superada únicamente por la industria alimentaria. En 2018, su producción ascendió a 760 mil 356 millones de pesos. Tan importante era, que el Inegi divulgaba sus resultados dos veces al mes. Pero, eso… ya se acabó.

Además, la venta de coches cayó 7.6 por ciento, la producción industrial cayó 1.7 por ciento, la inversión pública cayó 14 por ciento, la inversión privada cayó 13.4 por ciento, la inversión extranjera directa cayó 33 por ciento, y el consumo cayó de 2.5 por ciento a 0.9 por ciento.

La encuesta de noviembre de Bank of America Merrill Lynch indica que el 77 por ciento de los especialistas cree que las agencias calificadoras quitarían a México el grado de inversión en 2020.

La saliva de cotorra con la que está pegada nuestra economía hoy día son las altas tasas de interés y el flujo de financiamiento que, todavía, hacen atractivo a México para algunos inversionistas de papel.

Pero los inversionistas de papel ganan con papel: su inversión nunca se compara a la inversión productiva. Son flujos de financiamiento qué, sí, están ahí, pero que nadie los toma. Por eso es el estancamiento: el financiamiento no se está tomando para producir.

Menos aún ayudan el bajo consumo (en 2018 fue de 2.5 por ciento y ahora de 1.9 por ciento) y la incertidumbre que reina, porque las imprevisibles acciones de gobierno mantienen la inversión detenida. De ahí el estancamiento, visible en indicadores negativos de enero a septiembre.

A todo lo anterior se suma la austeridad del gobierno en obra pública, aunque antier el presidente prometió a un grupo de empresarios que el año próximo les dará 15 obras públicas de infraestructura, básicamente carreteras. Una gota de agua en el océano.

Porque el asunto es muy grave: hay una emergencia por los malos cálculos económicos…

Y el optimismo pueril de la 4T.