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La refinería de Dos Bocas es un capricho que nació con malos augurios, dirían los supersticiosos. No soy uno de ellos, porque creo que este megaproyecto trae algo peor que malos augurios: está mal pensado, el tiempo de las grandes refinerías pasó y los números no dan. Ni los microeconómicos relacionados con la viabilidad financiera de este proyecto tiranosáurico; tampoco los macroeconómicos derivados de la difícil coyuntura de las finanzas públicas y las perspectivas de la actividad de refinación en el mundo para los próximos años, ¿por qué gastar allí miles de millones de dólares, cuando ese dinero podría ser mas productivo en tantos otros proyectos, incluso en el sector energético?

Dos Bocas nace desafiando la lógica micro y macroeconómica, pero también sembrando dudas en relación con su huella ecológica. Es una apuesta por los combustibles fósiles plantada en una zona inadecuada. Lo confirma el estudio de impacto ambiental presentado por Pemex a mediados de este año a la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente. El lugar elegido para la construcción está sujeto a inundaciones marinas y fluviales; a mareas de tormenta y a erosión por oleaje de alta energía. Además, la operación de una refinería en Dos Bocas, Tabasco, alterará la calidad del aire y agua destinada a consumo humano y provocará alteraciones en la fauna de la zona. Vamos de regreso a los números económicos.

El gobierno ha gastado en esta obra 933 millones de dólares, pero el costo final ya no será de 8,000 millones de dólares sino 11% más, reconoció el director de Pemex, Octavio Oropeza. ¿Será éste el último ajuste al costo? Podemos apostar con seguridad a que no. Una refinería con las características anunciadas de Dos Bocas tendría un costo más cercano a los 12,000 millones de dólares, advirtió Moody’s el año pasado. La refinería de Dos Bocas está proyectada para tener una capacidad de refinación de 340,000 barriles diarios, un incremento de 20% de la capacidad actual. La secretaria de Energía, Rocío Nahle, ha puesto un plazo de tres años para tener lista esta obra que tendrá 17 plantas de proceso y 93 tanques.

En el mundo nadie ha podido hacer una refinería de un tamaño similar en menos de cuatro años. Son varias voces las que han advertido sobre la falta de realismo en Dos Bocas. Un trabajo del Imco le otorgó 2% de probabilidades de generar retornos económicos positivos para Pemex. En enero del año pasado, la filtración de un documento interno del Instituto Mexicano del Petróleo provocó la salida del director de ese instituto, Ernesto Ríos Patrón. La refinería no es viable técnica ni financieramente, concluía ese informe que le costó la chamba al director.

Un proyecto con las características deseadas de Dos Bocas se llevaría un año de estudios técnicos y cuatro años de construcción. Su costo superaría los 14,700 millones de dólares. A AMLO no le gustó el reporte del IMP y lo dijo. Además, reforzó el mando de Rocío Nahle sobre Dos Bocas. La secretaria de Energía es la principal promotora de la refinería. Con el apoyo del presidente, ganó el debate al interior del gabinete frente a la Secretaría de Hacienda y frente al director de Pemex. Aquí y ahora, ¿a quién se le ocurre usar argumentos tecnocráticos o administrativos cuando del otro lado se habla de corregir los renglones torcidos del neoliberalismo?, ¿para qué detenerse a discutir sobre costo/beneficio y pertinencia? Dos Bocas seguirá, pero podría tener modificaciones.

El 17 de noviembre se entregará un estudio que evalúa los avances; la factibilidad y los alcances de la obra. Se especula que este informe encargado por el gobierno podría dar pie a un achicamiento del megaproyecto. Dejarlo a una escala que sea más fácil de financiar y que requiera menos tiempo para construir. Algo que AMLO pueda inaugurar antes del 2024; con un costo que las finanzas públicas del país puedan cubrir en estos años de vacas flacas. Algo que le permita a AMLO ceder, sin parecer que rectifica, ¿será?