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El villano elegido es el mismo 
al que, en su momento, apuntaron 
los argentinos: el FMI.

Imagine que de la quincena que le depositaron en el banco sólo tenga acceso a poder sacar unos 500 pesos diarios, que no pueda mover su dinero de una cuenta a otra y que simplemente no abran los bancos en toda la semana.

Y con este escenario a cuestas el gobierno le pide que el próximo domingo vaya a opinar en un referéndum si está de acuerdo o no con las medidas de austeridad que exigen los extranjeros para su vida cotidiana.

Ése es el caos en el que hoy viven los griegos, en medio de una tragedia que todavía está lejos de haber mostrado sus peores capítulos.

El cierre de los bancos y de la Bolsa de Valores griegos es un paso sin retorno hacia la desconfianza interna, que rodará cuesta abajo sin parar en las semanas por venir.

El corralito griego era una posibilidad muy real que entendieron bien muchos grandes capitales, que tiene tiempo que salieron corriendo de los bancos locales para refugiar sus euros en mercados del propio grupo monetario como Francia o Alemania.

Los que hoy lo pagan son los ciudadanos de a pie que ante la falta de opciones y de información están ahí atrapados en su crisis.

Cuando Argentina aplicó el corralito original aquel 3 de diciembre del 2001, la gente se volcó al asalto literal de los bancos para tratar de rescatar lo que fuera, se desató la violencia y el caos. Claro que a diferencia de Grecia en estos momentos, lo que los argentinos perdían eran sus dólares para conformarse con sus depreciados pesos y a cuentagotas.

Ésta es una diferencia básica. Los griegos no pueden sacar sus recursos, pero siguen denominados en euros y ése puede ser el gran final de la tragedia griega: la salida de la unidad monetaria. Si eso se presenta, lo que hemos visto hasta ahora podría quedar como el aburrido preludio de un auténtico culebrón.

Donde sí hay una similitud entre el gobierno argentino de principios del siglo y la administración populista de Syriza es que buscan culpables en el exterior. El referéndum del domingo no es otra cosa que lavarse las manos de lo que venga, porque sea cual sea el resultado los culpables despachan en el extranjero.

El villano elegido es el mismo al que apuntaron los argentinos y no es difícil entender por qué. El Fondo Monetario Internacional (FMI) facilita recursos a sus socios pero son estrictos en sus reglas y en sus exigencias.

Si el gobierno de Alexis Tsipras creía que llegado el momento doblarían las manos sus acreedores, se equivocó. El FMI podrá ver hoy la llegada de la medianoche sin chistar en su posición de no ceder al chantaje. No lo hizo con Argentina, no lo hará con Grecia.

El gobierno griego confirma su pequeñez de ver sus intereses personales sobre las decisiones de Estado que deberían estar tomando. Hoy buscan culpables, no soluciones, y ésa es una factura que sin duda pagan los griegos, pero que todo el mundo pondrá algo para pagar la cuenta.