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Cuando pase la euforia, hay que voltear.

Aquí estamos esta mañana desvelados, después de haber atendido los resultados finales de la consulta donde los británicos definían tantas cosas en juego.

La redacción de nuestro diario El Economista trabajó horas extra para tener en la portada la historia completa que hoy leemos. Ya habrá oportunidad en los próximos días para el análisis de lo ocurrido.

Pero una cosa es cierta, el Brexit fue durante varias semanas el tema de mayor atención en los mercados financieros, pero no es la única preocupación vigente.

Cuando pase la euforia, o el pánico, por la decisión británica, el mundo volteará nuevamente a ver otro problema financiero global, éste de tamaño colosal, que amenaza con estallar tan pronto como este mismo año.

El foco rojo en el tablero financiero global se ha mantenido encendido por mucho tiempo ya. Pierde atención por la fama de escándalos como el Brexit, pero no baja de intensidad.

Es China, el país más poblado del planeta y la segunda economía más grande del mundo está en problemas.

La desaceleración económica que ha mostrado China durante los últimos años se nota en el mercado de las materias primas, que tienen como muestra los precios del petróleo. Sus efectos han sido exponenciales en países como Venezuela.

La baja en el ritmo de las manufacturas chinas se le nota a Europa o a Brasil. En fin, las actividades industriales y comerciales de China son de impacto general.

Pero en la parte financiera es donde se concentran los temores más notables para la segunda mitad del año.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) dio a conocer hace algunos días un análisis en el que anticipa una nueva caída del mercado bursátil chino este mismo año y la razón está en que las cuentas financieras ya no cuadran.

La deuda pública china alcanza ya 225% del Producto Interno Bruto (PIB), lo cual es alto, pero no tan preocupante para un país que tiene tantas reservas. Pero el verdadero tema de alerta roja es que la deuda corporativa alcanza 145% del PIB.

No todas las empresas en China son públicas, éstas concentran 50% de esa deuda, pero más que la propiedad está la salud de los bancos acreedores, porque también hay problemas serios de cobranza en otras carteras, como la hipotecaria y la de consumo.

La amenaza es sistémica, porque los principales bancos enfrentan la realidad de haber prestado dinero a tasas artificialmente bajas, mal apalancados y bajo condiciones no de mercado sino de instrucciones del Partido Comunista.

Así es que una vez que el mundo logre asimilar los resultados del Brexit, no tendrá mucho tiempo para descansar antes de regresar la mirada a China. Le pondremos algún mote que lo identifique y estaremos pendientes todos los días del tamaño de la crisis que se anticipe.

Si la economía de ese país no crece, la Bolsa de Valores se derrumba y los principales bancos quiebran, estaríamos de nueva cuenta en una crisis de tamaño mundial y alcances desconocidos.