Elecciones 2024
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Todos los gobiernos nuevos tienen una curva de aprendizaje y cometen errores y omisiones. La administración de Andrés Manuel López Obrador empieza a pagar la novatada y se ve muy lejos de haber terminado con las pifias de inicio.

Deberían evitar a toda costa el auto sabotaje, como la decisión de cancelar la construcción del nuevo aeropuerto. Y definitivamente deberían tener la honestidad de aceptar cuando cometen un error, corregirlo y no contraatacar a sus adversarios políticos como si eso fuera la solución.

Cerrar los ductos para que no se roben la gasolina es como cortar las piernas para que no huelan los pies.

Por supuesto que funciona porque deja de correr el producto que se roban. Pero a tal estrategia de Perogrullo se le fue el detalle de que tampoco hay un energético que vender.

La mala planeación implicó costos extraordinarios a muchos agentes económicos que tuvieron que posponer el uso de sus automotores, o bien dejaron de percibir sus únicos ingresos. Se han agravado conflictos sociales, se han dado enfrentamientos entre ciudadanos, hay una afectación a la confianza y se ha generado de manera innecesaria una sensación de escasez.

Esto puede suceder con un gobierno sin experiencia, pero es lo correcto corregir y ofrecer disculpas a los afectados. Algo que no sucedió.

Vincular el desabasto como una condición indispensable para combatir el robo de combustibles y de paso culpar a los partidos políticos que gobernaron este país de ser simpatizantes del huachicol es una forma de profundizar en las diferencias que dividen a la sociedad y de desprestigiar algo que sí empieza a hacer muy bien el gobierno de López Obrador: combatir la complicidad de autoridades y delincuentes.

Simplemente se equivocaron en la estrategia. Primero habría que garantizar el correcto abasto del combustible, incluso usando las viejas y caras pipas, y después tomas la decisión radical de cortar suministros.

Eso se llama costo de oportunidad, pero quizá no se complican tanto la vida cuando la visión es unipersonal.

No debe ser fácil para quien cree que siempre tiene la razón aceptar un error de estrategia y, por el contrario, puede llevar a tomar otras decisiones que ahonden el problema.

Otra muy buena estrategia del gobierno actual ha sido respetar los precios del mercado de los combustibles.

Un gobierno progresista debería ser incapaz de dedicar recursos públicos, útiles para programas sociales, al subsidio del combustible para el uso de los automóviles, mayormente particulares. Esta es una práctica regresiva que terminó a finales del sexenio pasado.

Hoy, a pesar del manejo propagandístico tan desarrollado que tienen de las redes sociales para revertir el tema del desabasto de gasolinas, hay enojo en muchos sectores sociales que apoyaron al actual presidente para llegar al poder.

Una salida fácil puede ser recetar un descuento en el precio de las gasolinas por decreto para compensar el error no aceptado. Esto tendría un impacto financiero brutal. Ojalá no lo tengan contemplado.

Hasta ahora, el manejo de la política de precios de los combustibles ha sido acertada. No cayeron en la tentación de cumplir con la promesa de bajar los precios y hay la expectativa de que en tres años bajan los precios. Ya tendrán tiempo en ese momento de explicar por qué no será posible.

Por lo pronto, un clásico error de un gobierno inexperto se ha convertido en una nueva disputa política ante esa incapacidad de aceptar que no siempre se tiene la razón.