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¿Cuál es la próxima nueva gran idea en la economía? Con ese título como anzuelo, se convocó a una cena en Davos 2019. Entre los encargados de responderla estaban el premio Nobel, Robert J. Shiller, y el indio, Raghuram Rajan, considerado en su momento el mejor banquero central del mundo. Muchas cosas se dijeron, pero la respuesta de Shiller me parece la más provocadora: la próxima gran idea es narrative economics, que puede llegar a ser tan poderoso como el behavioral  economics.

¿A qué se refiere Shiller? Al estudio del impacto que tienen en el desempeño de la economía las historias que la gente cuenta de las empresas, los mercados y el futuro. “Las historias son como virus, contagian estados de ánimo y provocan impactos en lo que llamamos el mundo real”, dice este economista.

La burbuja de bitcoin fue posible porque hubo una narrativa que le dio aire y la sostuvo. La fortaleza relativa de la libra esterlina, en tiempos del Brexit, se sostiene en un relato que subraya la resiliencia legendaria de la divisa inglesa, que ha aguantado dos guerras mundiales, sin que Londres deje de ser referente financiero del mundo. El éxito en la negociación del T-MEC está relacionado con la habilidad de México para hacer un cambio de narrativa. En Estados Unidos, aprendieron a valorar la relación económica con México, en términos positivos, a pesar de los discursos de Trump.

Contar historias nos hace únicos. Shiller usa el término narrativa para describir la explicación de los eventos que la gente utiliza en conversaciones o en redes sociales y que provoca las emociones de los otros. “La economía debe abrirse para entender el impacto que tiene en los fenómenos económicos la forma en que la gente convierte un hecho en historias”, dice Shiller. “Algunas veces, una recesión se vuelve más severa por la prevalencia de cierta narrativa sobre lo que está pasando (…) la gente deja de gastar por lo que oye en la mesa o ve en las redes, no necesariamente por lo que dice la Fed”.

Quien controla la narración, puede gobernar el mundo, advertía Jean Paul Sartre. Eso vale para la gasolina en México y el futuro de las gigantes tecnológicas. En el caso de las gasolinas, el presidente emerge como vencedor, si la narrativa enfatiza el combate a la corrupción. No le va tan bien en Jalisco y el Bajío, donde la conversación dominante es el desabasto del combustible.

Las gigantes tecnológicas eran las empresas más admiradas del mundo y ahora están en el banquillo de los acusados. Google, Facebook, Amazon, Alibaba, Uber y otros unicornios enfrentan una crisis reputacional proporcional a su tamaño. Se les acusa de muchas cosas, entre ellas de evadir impuestos y de traficar con información de sus usuarios. El cambio de narrativa ha provocado la pérdida de miles de millones de dólares en valor de mercado y ha puesto en alerta a gobiernos y ciudadanos. En puerta están impuestos digitales y candados al uso de la información de las personas. En Davos, lo dijeron Shinzo Abe, primer ministro de Japón, y Angela Merkel, las cosas deben cambiar. Es hora de poner límites a ese poder paralelo.

Narrative economics puede ser la próxima gran idea o un cuento para pasar el rato. En Davos, los unicornios han dejado de pertenecer a los relatos fantásticos y se han colado en las novelas negras, junto con los policías y los ladrones, pero sus propietarios siguen siendo fabulosamente ricos.