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El escándalo en Brasil nos coloca ante un escenario de pánico en los mercados emergentes, en este caso de Sudamérica

La amplia variedad de escándalos desatados personalmente por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es razón más que suficiente para que el mundo entero esté al pendiente de su suerte.

No es poca cosa que el polémico mandatario de la nación más poderosa del país enfrente la posibilidad de un juicio político que eventualmente lo podría marginar del puesto que recién acaba de asumir.

O al menos el dejarlo tan débil que no pueda llevar a cabo ni una fracción de todas las promesas que ha hecho para hacer que la economía estadounidense crezca a tasas de 3 por ciento.

El rojo generalizado de los mercados bursátiles del mundo tiene mucho que ver con Trump, pero una parte de ese temor renovado que hay sobre los mercados emergentes tiene que ver con un episodio político mucho más intenso que ahora mismo sucede al sur del continente americano.

Un nuevo escándalo se ha metido hasta los huesos del sistema político de Brasil. Una grabación donde se escucha al presidente de ese país, Michel Temer, avalando el pago de sobornos para silenciar las investigaciones por corrupción en Petrobras, ha puesto en la mira del juicio político a este mandatario, quien es de hecho reemplazo de la destituida expresidenta Dilma Rousseff.

No hay duda de que los ánimos de venganza entre la clase política brasileña están como para crucificar al presidente. Es un momento más que adecuado para el ajuste de cuentas entre los partidos políticos que colgaron a la heredera de Lula da Silva.

Sin embargo, el escenario es mucho más complicado que eso. Tanto el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, como el del Senado, Eunício Oliveira, son investigados por actos de corrupción, el primero, por posibles vínculos con Odebrecht, y el segundo, por estar implicado en la operación Lava Jato.

Con tantos presuntos corruptos inhabilitados queda la presidenta del Tribunal Supremo de Brasil, Cármen Lucía Antunes, como una opción de presidenta provisional por tan sólo 30 días para convocar a elecciones de emergencia. Y hacer esto en un país tan convulsionado no parecería adelantar un buen resultado, porque entre las opciones electorales habría remedios peores que la enfermedad actual.

Este es el escenario de pánico que ha afectado la estabilidad de todos los mercados emergentes y que ha apresurado a muchos operadores a salir volando de los mercados más débiles para correr a los bonos del Tesoro de Estados Unidos o de plano a comprar oro como un refugio seguro.

El impacto inicial llama a todos a salir corriendo en lo que averiguan y delimitan los peligros. Por eso vimos presiones iniciales en las operaciones de la moneda mexicana. En el momento en que se dimensiona y delinean los alcances de la crisis brasileña se puede regresar a mercados como el mexicano.

Sin embargo, la situación de Trump puede ser diferente si crece hasta el impeachment, porque ante una bomba de ese tamaño no habría refugio seguro, al menos en un primer momento.