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Estimado Eugenio.

CODA no es sólo una historia o ficción cinematográfica. Es una cruda realidad, al menos, para un niño de 8 años cuya identidad y paradero se ha pedido mantener en resguardo por la difícil situación que vive y por las implicaciones jurídicas que representa. Es de Tamaulipas.

El niño a su corta de edad está en medio. Es lazo comunicante de sus padres sordomudos con el resto de la gente.

Su familia es disfuncional. Hay violencia familiar, de género y episodios de maltratos en contra del menor.

Por esa misma violencia familiar es que el niño ahora enfrenta una nueva presión y disyuntiva. Ambos padres exigen su custodia como parte de un litigio por violencia familiar.

La madre trae serios problemas conductuales y el padre incide en la percepción del niño (alienación, señalan los psicólogos) y muchas veces lo castiga si no le hace caso.

Y en ese litigio, como interprete de ambos, el niño debe testificar comprendiendo claramente todo lo que dicen sus padres con señas.

En CODA, la niña tuvo una salida.

¿Cuántos niños estarán en esta situación? ¿Hacia dónde su futuro, no sólo de desarrollo sino emocional?

CODA tiene valía por muchas razones, que han sido dignas de ser consideradas para el mejor premio de la Academia, pero especialmente en sensibilizarnos sobre un asunto que va más allá de una historia cinematográfica.

Saludos.

Luis Alberto Rodríguez