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Esta semana se publicaron dos cifras clave para la economía de nuestro país. Por un lado, el Inegi publicó su primer estimado de crecimiento del PIB para el cuarto trimestre del 2017 y por el otro lado se publicaron las cifras de finanzas públicas para ese mismo año.

El PIB preliminar del cuarto trimestre presentó un crecimiento anual de 1.8% con respecto al mismo trimestre del año anterior. Dicha cifra fue superior al consenso de expectativas que anticipaba un crecimiento de 1.6 por ciento.

Sin embargo, las cifras desestacionalizadas arrojan un crecimiento anual de 1.7% para el cuarto trimestre debido a un efecto calendario favorable en el 2017. Mientras tanto, el crecimiento del PIB en el cuarto trimestre con respecto al tercer trimestre del mismo año fue de 1.0% en términos desestacionalizados, lo cual representa una aceleración importante con respecto a la contracción de 0.3% observada en el PIB del tercer trimestre con respecto al del segundo trimestre.

Al anualizar las cifras del cuarto trimestre, tendríamos un crecimiento de casi 4% en el PIB. Sin embargo, es importante recordar que los datos del PIB del tercer trimestre tuvieron una afectación negativa por los sismos de septiembre, generando una base de comparación fácil para los datos del cuarto trimestre.

Tomando en cuenta el dato preliminar del cuarto trimestre, la economía mexicana registró un crecimiento de 2.1% durante el 2017. Dicha cifra es superior a las pesimistas expectativas que se tenían a principio de año, que se ubicaban en 1.7% pero considerablemente inferior a 2.9% registrado en el 2016.

La desaceleración de la economía mexicana estuvo parcialmente relacionada con choques externos como la incertidumbre generada por las políticas económicas y comerciales de la nueva administración en Estados Unidos. Sin embargo, también hubo factores internos que afectaron el crecimiento.

Por un lado, el gobierno realizó un fuerte recorte de 8.7% en términos reales en el gasto neto presupuestario. Por otro lado, la actividad en el sector de minería siguió siendo afectada por la caída en la producción de petróleo.

Adicionalmente, el incremento en los precios de los combustibles y la depreciación del tipo de cambio que generaron un incremento en la inflación erosionaron el poder de compra de los consumidores.

Aunado a eso, los sismos de septiembre tuvieron una afectación negativa en la actividad económica del tercer trimestre, aunque parte de esta afectación fue revertida en el cuarto trimestre.

Aunque el recorte en el gasto público tuvo un impacto negativo en las cifras del PIB, esta reducción hizo posible una mejoría importante en las finanzas públicas.

El déficit público, incorporando la medida más amplia del balance público, se ubicó en 1.1% del PIB.

Dicha cifra es considerablemente menor a 4% registrado en el 2015 y a 2.8% registrado en el 2016.

Al excluir el remanente de operación de Banxico el déficit fue de 2.6% del PIB.

Adicionalmente, el balance primario registró un superávit por primera vez en casi 10 años. Asimismo, la deuda pública total como porcentaje del PIB se ubicó en 46.2%, revirtiendo la tendencia al alza generada que llevó dicha razón de 37.2% en el 2012 a 48.7% en el 2016.

La mejoría en las finanzas públicas es un elemento clave de estabilidad que debe mantenerse a pesar de estar en año electoral.

El gobierno debe ser disciplinado con el gasto y la nueva administración que tome posesión en diciembre debe llevar a cabo una revisión mayor a la política de gasto ya que el incremento en el gasto del periodo 2013-2016 no tuvo el impacto multiplicador esperado sobre el resto de la economía.
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