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A principios de esta semana, se publicaron los datos preliminares de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) para el segundo trimestre en México y Estados Unidos.

En el caso de Estados Unidos, el PIB registró un crecimiento trimestral anualizado (medido de manera desestacionalizada) de 4.1 por ciento contra el primer trimestre de este año. Esta cifra, que representa una aceleración considerable contra 2.2 por ciento observado en el primer trimestre del año, es también el crecimiento más robusto desde el 2014.

El crecimiento fue impulsado por una aceleración considerable en el gasto por consumo personal que creció 4 por ciento de manera anualizada durante el trimestre y contribuyó con casi dos terceras partes del crecimiento total del PIB, seguido de las exportaciones que aumentaron 9.3 por ciento y contribuyeron con un poco más de una cuarta parte del crecimiento.

Si revisamos las cifras de crecimiento de manera anual —es decir, comparando el dato del PIB al cierre de cada trimestre contra el mismo trimestre del año anterior, en lugar de hacerlo de manera secuencial como normalmente se publica— nos daríamos cuenta de que la economía estadounidense mantuvo un ritmo de crecimiento de 2.8 por ciento, muy similar al observado en el primer trimestre del año. Tomando estas cifras, es muy posible que la economía estadounidense alcance un crecimiento igual o superior a 3.0 por ciento para el 2018 completo, cifra superior a 2.3 por ciento registrado en el 2017.

Por otro lado, el deflactor de precios del PIB (conocido como el PCE) registró un alza de 2.5 por ciento, mientras que el deflactor de precios subyacente (conocido como core PCE), que es la medida de inflación más seguida por la Reserva Federal (Fed), se ubica ya en línea con el objetivo de 2.0 por ciento. Vale la pena recordar que este sólido crecimiento se está dando en medio de una política fiscal expansiva y una política monetaria que aún dista mucho de ser restrictiva.

Sin embargo, ante el hecho de que el core PCE se encuentra ya en el rango objetivo de la Fed y que el mercado laboral sigue mostrando señales de agotamiento, la Fed probablemente tenga que usar un tono más restrictivo seguido de dos, cada vez más posibles, alzas en la tasa de interés de referencia durante el segundo semestre del año, empezando en septiembre.

En el caso de México, el PIB tuvo un crecimiento anual de 2.7 por ciento con respecto al segundo trimestre del año anterior, en línea con lo esperado por el consenso de mercado. Sin embargo, esta cifra está distorsionada por un efecto calendario positivo, ya que hubo más días laborables en el segundo trimestre del 2018 por el efecto de la Semana Santa.

Al desestacionalizar las cifras, el Inegi reportó un crecimiento anual de 1.6 por ciento con respecto al segundo trimestre del año anterior. Sin embargo, las cifras de crecimiento contra el primer trimestre de este año, ajustadas por estacionalidad, arrojan una contracción de 0.1 por ciento. Este dato refleja una desaceleración importante de nuestra economía y se ubica muy por debajo del promedio de las observaciones de crecimiento secuencial de los últimos 13 trimestres, aunque cabe mencionar que la base de comparación no era fácil, ya que el primer trimestre de este año alcanzó el mejor ritmo de crecimiento desde el tercer trimestre del 2016.

No obstante, la mayoría de los especialistas anticipa una aceleración en el crecimiento anual durante la segunda mitad del año y en especial el tercer trimestre, dado el impacto negativo observado en el 2017 por los sismos que afectaron la Ciudad de México y la zona centro y sur del país.

Asimismo, la economía mexicana debería beneficiarse del aumento en los precios del petróleo —contrarrestando parcialmente la continua caída en los niveles de producción de crudo— y de un mayor dinamismo del sector exportador ante la fortaleza de la economía estadounidense.