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El otro dirige la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y además fue secretario de Hacienda de un país emergente en medio de una de las peores crisis financieras de su historia.Los dos son mexicanos y hoy parecen tener una visión diferente del momento histórico que estamos viviendo en las finanzas del planeta como cortesía de las políticas monetarias heterodoxas de los bancos centrales.

Evidentemente, Agustín Carstens lleva a su nueva e importante posición dentro del FMI la visión del titular del Banco de México que hoy tiene que buscar la manera de atrincherar las finanzas de un país bajo el ataque del dólar estadounidense. Y también puede resultar obvio que José Ángel Gurría opte por un mensaje mucho más político para respaldar a esa mayoría de naciones desarrolladas que integran el club de la OCDE.

Desde la reunión de primavera del Banco Mundial y el FMI, Agustín Carstens dijo que los flujos masivos de capital derivados de las políticas monetarias hiperlaxas, estimuladas con los planes de liquidez de los países desarrollados, generan distorsiones en los tipos de cambio y en las actividades industriales del mundo emergente.

Evidentemente que el mensaje de este alto funcionario del FMI llega en momentos en que esos flujos causan en mercados como el mexicano los efectos indeseables de su regreso al seguro hogar del dólar estadounidense en la víspera de la normalidad monetaria.

Fueron muchos años en que la lluvia de dólares no molestó a las haciendas públicas de los países menos desarrollados que encontraron en esos capitales una manera de financiar sus proyectos de gobierno.

Hay que decir que desde hace mucho tiempo, desde los días de las vacas gordas, Carstens advirtió sobre los efectos negativos que habría de traer la retirada de esos recursos tras un cambio en la política monetaria de la Reserva Federal. Pidió tomar precauciones, las que pudo las tomó desde el Banco de México.

Mientras tanto, José Ángel Gurría dijo desde Japón tras adular las políticas ultracreativas conocidas como Abenomics del primer ministro Shinzo Abe que el mundo le debe un buen favor a los banqueros centrales. Para este otro mexicano la flexibilización monetaria le permitió al mundo evitar un derrumbe de la economía planetaria.

Aquí es donde aplica aquella frase de que cada quien habla como le va en la feria. Efectivamente, a Agustín Carstens le toca administrar la crisis de abstinencia en la que vivimos tras el exceso de dólares y a Gurría le toca apoyar el proceso de recuperación económica de la mayoría de los socios ricos del club que administra.

Podríamos concluir que más nos vale escuchar por ahora las palabras de nuestro banquero central, porque tiene las evidencias en la mano de que son tiempos complejos y que los daños provocados por esas políticas son reales y tangibles para nosotros como país.

Lo que dice Gurría tiene otros destinatarios, no está pensando en lo financiero del mundo emergente, sino en lo económico del mundo desarrollado. Ése es su papel por ahora.