Hace tres semanas, el Presidente negó de manera enfática que Cienfuegos y su jefe Peña tuvieran participación en el crimen de Iguala
En la celebración de 200 años del Colegio Militar, el presidente López Obrador condecoró a dos ex directores: los generales Enrique Cervantes y Salvador Cienfuegos, ex titulares también de la Secretaría de la Defensa Nacional con Ernesto Zedillo y Enrique Peña, respectivamente.
La razón explica las distinciones, pero la otorgada a Cienfuegos provocó indignación entre quienes le atribuyen responsabilidad en la desaparición y asesinato de Los 43 de Ayotzinapa, o hasta en actividades de narcotráfico, y escandalizó a las facciones más virulentas y virolas del lopezobradorismo.
Y es que desde el gobierno mismo de la 4T, la falsaria comisión de la verdad y la Fiscalía General de la República han venido esparciendo una sarta de señalamientos calumniosos contra el Ejército para implicarlo en el atroz crimen del 26 de septiembre de 2014. Es en este contexto que el 15 de octubre de 2020, al arribar en el aeropuerto de Los Ángeles con su esposa, sus hijas, sus nietos y otros familiares para visitar Disneylandia, el general Cienfuegos fue detenido bajo cinco acusaciones de narcotráfico por la agencia antidrogas de Estados Unidos.
Al día siguiente López Obrador ya daba por cierta la culpabilidad del ex secretario y advirtió:
“Independientemente del resultado de la indagatoria y de que concluya el proceso (…), todos los que resulten involucrados en este asunto del general Cienfuegos y que estén actuando en este gobierno en la Sedena van a ser suspendidos, retirados y, si es el caso, puestos a disposición de las autoridades competentes”.
Para entonces estaba obsesionado con el caso Genaro García Luna (que no había sido sentenciado aún y de cuya culpabilidad siempre ha estado convencido), y por esto quizá se fue de largo:
“Si no se habla de un narcoestado, sí se podría hablar de un narcogobierno y, sin duda, de un gobierno mafioso (…). Cosas como la del general Cienfuegos nos dan la razón…”.
Por fortuna, alguien o algo ese mismo día le hizo entender lo engañabobos de la acusación: mediante intercepciones telefónicas a malandros de un capo apodado El H2, los agentes de la DEA notaron que se aludía a un misterioso “patrón” y, cuando alguno de la narcobanda preguntó quién era, el compinche respondió algo así como “el que está ahorita en la televisión”. Y en la pantalla de quién sabe qué canal aparecía Cienfuegos. En esta babosada se basaban las acusaciones.
AMLO no volvió a inculpar al general y su canciller Ebrard operó extraordinariamente bien la situación. Un mes después (17 de noviembre), el Departamento de Justicia le pidió a la jueza en Nueva York desestimar los cargos, y ambos gobiernos acordaron que la Fiscalía mexicana continuara la investigación y que el destino del divisionario se decidiera conforme a las leyes mexicanas.
Hace tres semanas, el Presidente negó de manera enfática que Cienfuegos y su jefe Peña tuvieran participación en el crimen de Iguala.
Merecida, pues, la condecoración al divisionario, que implica también una inusual disculpa de AMLO…