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Faltan 36 días —o lo que es lo mismo, 864 horas— para saber en punto de la 1 de la tarde del miércoles 16 de diciembre qué decisión de política monetaria asume la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed).

Y mientras tanto, en los mercados se dedican a recabar toda la información posible que pudiera adelantar el sentido de la decisión del Comité de Mercado Abierto de la Fed.

El dato más reciente y relevante para tratar de adivinar lo que harán los banqueros centrales llegó el viernes pasado, con las nóminas no agrícolas y la tasa de desempleo.

No fue bueno, fue extraordinario el número de empleos creados, y la baja de la tasa de desocupación a 5% apunta más el camino hacia el pleno empleo que a la moderación en las contrataciones.

Sin embargo, ni este dato del empleo ni cualquier otro anticipa qué harán allá adentro.

Se les notan las ganas de empezar el ciclo de alzas, si nos atenemos a los discursos de la semana pasada de tres de los más importantes personajes que toman decisiones dentro del banco.

Y la verdad podrían tener razón los que se inclinan por iniciar ya el proceso de alza, para darle cadencia y sutileza al proceso.

Los analistas bursátiles se escandalizan con esto porque no levantan la vista de las gráficas del desempeño económico y justifican que no hay razones suficientes para tomar una determinación así.

Calculan que habrán de pasar varios meses del 2016 antes de que se consoliden los indicadores de empleo e inflación que sustenten un aumento. Son matemáticas muy válidas.

También imploran a los banqueros centrales estadounidenses tener en cuenta que viene el invierno y piden recordar lo frío que ha sido en los años anteriores.

Pero una pista muy importante la dio el vicepresidente de la Fed, Stanley Fischer, quien apuntó a la velocidad con la que la inflación podría dirigirse a la meta de 2%, sobre todo cuando los precios de los energéticos son tan volátiles.

El riesgo de llevar al límite el primer aumento es que llegue demasiado tarde para hacer un despegue gradual y entonces la autoridad monetaria se vea obligada a incrementos bruscos, nada convenientes.

Por eso es que la idea de que un cuarto de punto en la tasa de interés antes del final del año es inocua para el lento proceso de crecimiento y por el contrario puede permitir que la Fed tenga más claridad sobre su carreteo y despegue rumbo a la meta de la neutralidad de una tasa en 2 por ciento.

Evidentemente, los mercados receptores de aquellos dólares regalados adelantarían las consecuencias negativas del vuelo a la calidad. Evidentemente que en la lista están todos los países emergentes, y entre ellos están los mercados mexicanos, sobre todo los de deuda.

La volatilidad que hemos visto desde el viernes tiene que ver con la expectativa, con el adelanto, con la incertidumbre de no saber qué harán en la Fed.

¿Valdrá entonces la pena cambiar un cuarto de punto en diciembre por la certidumbre de una ruta más clara del rumbo de la política monetaria de la Fed?

Parece que dentro del cuarto de guerra de toma de decisiones del banco central estadounidense creen que sí.