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La economía mexicana no mostró al inicio de este año la potencia suficiente como para pensar todavía en que se pueda cumplir con la promesa de crecer a 4% éste y todos los años del sexenio. Pero al menos, si nos atenemos a las cifras del Inegi, la actividad económica no sufrió el frenazo que muchos temían al arranque del gobierno lopezobradorista.

El Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) es una medición del Producto Interno Bruto (PIB) de botepronto que mide la mayor parte de las actividades económicas y que permite tener un buen acercamiento a los datos que más adelante se podrán corroborar con la publicación del comportamiento del PIB.

Pero por ahora lo que tenemos con el IGAE de enero pasado es la comprobación de que la mafia del poder y sus analistas de mala fe se van a quedar con las ganas de que haya una recesión. Porque seguramente lo que el presidente Andrés Manuel López Obrador quiso decir con eso de la recesión es que con los datos que le adelantaron no habría una medición negativa de la economía durante el primer mes del año. La recesión es otra cosa.

Y vaya que había razones más que suficientes para sospechar de un desempeño más pobre de la economía.

De entrada, el último trimestre del año pasado y en especial el IGAE de diciembre mostraban una desaceleración importante.

El año se estrenó con algunas crisis importantes, como la de desabasto de gasolinas en una parte muy importante del territorio nacional, sobre todo en aquellas entidades donde se concentran más las actividades secundarias y terciarias.

También, al arranque de este año algunas personas afiliadas a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (es difícil llamarles maestros), bloquearon durante varios días el paso de las vías del tren en Michoacán, lo que impedía el libre tránsito de mercancías de los centros fabriles a los puertos del pacífico y al resto de las rutas que ahí se conectan.

Fue también el momento en que las nuevas mafias sindicales experimentaron sus mecanismos de poder en las maquiladoras de Reynosa, en Tamaulipas, y provocaron una crisis local con alcances nacionales.

Así que la economía mexicana, con todo y las calamidades creadas al arranque del actual gobierno, pasó de panzazo el examen del crecimiento económico.

Expresa el Inegi que ha sido un instituto autónomo confiable hasta el día de hoy, que el IGAE de enero fue 0.2% más alto en la comparación con diciembre del año pasado, en términos reales y desestacionalizados, y 1.2% real más alto que en igual mes del 2018.

Es un hecho que las actividades industriales tiene tiempo que no repuntan y el registro negativo de enero es una continuación de un retroceso sostenido de las actividades secundarias.

Pero el sector primario y sus temporadas variables, junto con ese motorcito hoy a medio gas del consumo y los servicios, sacaron la cara por el crecimiento económico mexicano.

No tener una lectura negativa durante el mes de enero, que pareció ser uno más complicado es muy positivo para apuntalar algo que anda muy bajo en este país entre los que invierten: la confianza.

Pero tampoco hay ninguna cifra para festinar, sobre todo cuando no están claros cuáles serán los motores de la 4T rumbo al prometido de crecimiento anual de 4 por ciento.