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El retroceso de México del que hablan muchos analistas, incluido el diario The Wall Street Journal, ya tiene números que demuestran que, efectivamente, no hay muchas razones para ser optimistas respecto al desempeño económico del país.

Después de conocer el resultado preliminar del comportamiento del Producto Interno Bruto (PIB) al cierre del primer trimestre del año, por parte del Inegi, es evidente que tal información se va a presentar con toda clase de complementos políticos, tan propios de estos tiempos de polarización.

De un lado, el recuento de que estamos ante el peor primer trimestre de cualquier inicio de sexenio desde hace más de 20 años. O que no habíamos visto desempeño económico tan pobre en México desde la Gran Recesión mundial del 2008-2009.

Del otro lado, el propio presidente tuvo que remontarse en la historia hasta los tiempos de Ernesto Zedillo  para encontrar un punto de comparación con el pobre desenvolvimiento económico del inicio de su administración. No sin antes denostar a los analistas conservadores, de mala fe y fifís.

Lo importante para el gobierno federal es leer muy bien la información económica y aprender de los errores. Porque es un hecho que en la caída del PIB de 0.2% del primer trimestre, en su comparación contra el trimestre inmediato anterior, hubo factores internos que se pudieron evitar.

Si tan solo hubiera la serenidad suficiente en el presidente y su equipo para entender el tamaño del auto atentado económico que cometió con la cancelación de la construcción del aeropuerto de Texcoco, podría recomponer ese y otros tantos caminos.

La gran pregunta es si después de las evidencias estadísticas de que la economía no está caminando como debería, el presidente Andrés Manuel López Obrador será capaz de corregir el rumbo o bien se empecinará en sus dogmas ideológicos y más se atrincherará en la creencia de que México puede crecer a 6%, porque él no es igual a los demás y porque no son corruptos.

Es muy probable que durante ese segundo trimestre del año no se repita un crecimiento negativo como en la primera parte del año. Si dejan de cometer errores, como permitir bloqueos a las vías de comunicación, consentir que sus aliados fomenten huelgas artificiales o cortar el suministro de energéticos, el PIB va a crecer.

Lo que es un hecho es que no hay manera de crecer a 4% en promedio anual y 6% para el último año tal como lo promete el Plan Nacional de Desarrollo, que paradójicamente se presentó al tiempo que el Inegi informaba de la caída en la economía.

Vamos, no hay manera de poder crecer a 2% que apostó el presidente que se lograría este año.

Es un hecho que el presidente no abandonará su estrategia de confrontación y de búsqueda de culpables. Siempre lo ha hecho y le ha funcionado con su clientela política.

Pero es importante que López Obrador y su equipo económico recompongan el camino a partir de la mala experiencia del primer trimestre y que la presenten con las palabras que quiera.

Si no cambia y se atrinchera puede caer en la tentación de ordenar un crecimiento por decreto, o por memorando, y eso sí podría devastar la economía.

La promesa de finanzas públicas sanas puede ser incumplida en un intento de forzar un crecimiento no basado en la confianza de los capitales, sino en una decisión presidencial.