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Todo depende desde qué oficina de Palacio Nacional se quiera manejar la economía del país.

Si se hace desde el despacho presidencial todo estará lleno de aquellos otros datos que desmienten la marcada desaceleración con tintes de recesión.

Las firmas calificadoras, los analistas, los empresarios, los que estudian esos temas estarán siempre equivocados ante la visión de que una vez iniciada la 4T es destino cuasi divino que todo vaya requetebién.

Y la evidencia para los analistas de mala fe de la mafia del poder será el tipo de cambio. La moneda mexicana es la que más se ha recuperado frente al dólar, repite como mantra el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Ese es el problema de que en otra de las oficinas principales de Palacio Nacional no hubiera un secretario de Hacienda que le pueda explicar al jefe del Ejecutivo que el peso mexicano está en estos niveles de apreciación por las expectativas de baja inminente de las tasas de interés en Estados Unidos y el altísimo premio que pagan las tasas de interés mexicanas, en una economía que, todavía, goza de grado de inversión.

Hoy queda más que claro que el exsecretario Carlos Urzúa era esa voz de la razón, ese disidente de la visión dogmática que intentó sin éxito mantener un camino de sentido común.

Esa luz mesiánica que sus más cercanos colaboradores y no pocos millones de admiradores ven en López Obrador no puede cegar a personajes clave del manejo de este país. Uno de ellos tiene que ser el secretario de Hacienda.

El hecho de que Carlos Urzúa haya salido del gobierno en pleno momento de elaboración del Paquete Económico para el 2020, hay que recordar que en menos de dos meses se presenta al Congreso, habla del poco poder que acumuló el que no se dejó guiar por la fe ciega en su líder.

El nuevo secretario de Hacienda, Arturo Herrera, tiene toda la capacidad de entender los peligros que enfrentan las fianzas y la economía mexicanas. Puede rodearse de la gente más capaz para enderezar un barco que en muy poco tiempo ha zozobrado por esa visión llena de entusiasmo, pero de tan poca sensatez del presidente.

Lo que hay que ver es si el secretario Arturo Herrera tienen más obediencia a los dictados presidenciales que congruencia con sus principios de experto.

Si la congruencia lo rige, Arturo Herrera se enfrentará muy pronto con conflictos internos severos y no pocos enojos presidenciales. Si Herrera defiende lo que debe, le esperan días aciagos.

Las finanzas públicas manejadas desde el ala correcta de Palacio Nacional deben respetar los principios de equilibrio fiscal, de respeto al gasto público aprobado por los diputados, de procuración del crecimiento económico. Eso es labor de un secretario de Hacienda congruente con sus conocimientos.

Un titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público debe saber decir con todo respeto, pero también con toda firmeza, algo así como “eso no es posible señor presidente”.

Si el secretario de Hacienda se convierte simplemente en la oficialía de partes de todos los caprichos de gasto de una visión poco informada de la realidad económica del país, podrá ser el hombre favorito del presidente. Pero será también partícipe de una crisis económica que hoy ya deja ver signos de que no es un escenario de los analistas de mala fe.

Pasará poco tiempo para saber de qué lado está Arturo Herrera.

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