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El repentino “amor” que se dio en los mercados por el peso mexicano, que llevó la cotización de los 20.15 pesos por dólar el 16 de diciembre a los 18.89 el 16 de enero, no tuvo nada que ver con una moneda mexicana fuerte, sino con un dólar debilitado que daba el banderazo de salida a los capitales a experimentar mejores rendimientos en el mundo.

Todavía hace una semana presumían la paridad cambiaria como un logro gubernamental, pero ahora que en unos días ha perdido más de 2%, el peso se volvió a quedar huérfano.

Y así ocurre con los mercados financieros, pueden reflejar un deterioro por razones internas, como la depreciación cambiaria tras la cancelación de la construcción del aeropuerto de Texcoco. Y pueden no tener ganancias cada vez que hay un anuncio o declaración que el gobierno federal considere una buena noticia. Hay quien hoy aplaude todo lo que hace el gobierno. Los mercados no.

No hay contradicción en estos momentos entre un peso que gana, una Bolsa que sube y las expectativas económicas que empeoran.

El corto plazo de una ganancia cambiaria o bursátil tiene poco que ver con una revisión a la baja de las estimaciones de crecimiento del Producto Interno Bruto de México para este año, por ejemplo.

Es el propio presidente Andrés Manuel López Obrador el que dice que todos los analistas están mal, nacionales o extranjeros. Dice que todos los que calculen un crecimiento menor de la economía van a quedar sorprendidos con el dinamismo que mostrará el país este año, porque él tiene otros datos.

Al Banco Mundial y su drástica baja en su pronóstico hasta 1% de crecimiento del PIB este año, se suman otros no tan pesimistas, pero también más precavidos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y su 2.1 por ciento. Los pronosticadores internos también bajan sus estimaciones, que ya rondan en promedio 1.8% para todo el 2019.

El común denominador en las bajas es, además de cuestiones internacionales del tamaño de China o el Brexit, el factor confianza, y ése es interno.

Hizo mucho daño la cancelación del aeropuerto de Texcoco. El FMI cree que las decisiones gubernamentales le van a restar gas al crecimiento ante la cautela de los inversionistas.

No todo es responsabilidad del actual gobierno. Una muy mala herencia de la administración de Enrique Peña Nieto es ese espantoso lugar 70 entre 125 países en el índice de competitividad de Adecco.

Muchos de estos datos que ahora conocemos se revelaron en Davos, Suiza, en el Foro Económico Mundial, donde no hay un solo funcionario mexicano que pueda defender los argumentos del gobierno entrante. Vamos, no están ahí ni para presentarse.

Es evidente que parte de la desconfianza actual en la economía mexicana parte del desconocimiento de los que ahora gobiernan, que no se quieren tomar el tiempo de interactuar con los que toman decisiones en el mundo.

La negación no es un buen consejero. Pensar que el mundo entero se equivoca y que los analistas pesimistas van a fallar en sus pronósticos sobre México puede resultar costoso.

Cuando haya un episodio de inestabilidad mundial, derivado de un agravamiento de la guerra comercial entre China y Estados Unidos o de un Brexit sin acuerdo, el vuelo a la calidad va a afectar primero a los mercados más vulnerables. México está apuntándose en esa lista.