Esto obliga a sinceramente preguntar si AMLO tiene realmente en consideración la vida y la dignidad de las mujeres violentadas y de los periodistas asesinados en México
Mujeres y periodistas fueron objeto de la indignación del presidente Andrés Manuel López Obrador por los cuestionamientos en La Mañanera sobre si el ex gobernador de Baja California Jaime Bonilla sería interrogado por el caso del asesinato de la periodista Lourdes Maldonado (ella misma dijo temer por su vida tras un diferendo con éste) y sobre la carta de la ministra de Exteriores de Panamá respecto a Pedro Salmerón, historiador envuelto en acusaciones de acoso sexual y propuesto como embajador en ese país.
En la concepción de AMLO se entiende su enojo pues, por desgracia, pone cualquier señalamiento, crítica o denuncia en el costal de lo que considera ataques de sus adversarios, los conservadores, los machuchones y más. Pero esta resistencia a la observación pública tiene consecuencias funestas, pues genera un ambiente en que cualquier crítico es visto como enemigo por quienes lo apoyan y otorga carta de impunidad dentro y fuera del gobierno.
Como dijo recién Julián Andrade (periodista, amigo y compañero de mil batallas) en su blog El Bastión de Papel: “Si con regularidad y desde el poder se ataca a los periodistas, esto abre la puerta para que los más diversos grupos e intereses actúen contra quienes se juegan la vida en su labor de informar”. Lo mismo aplica cuando también desde el poder se duda sistemáticamente de las denuncias de mujeres objeto de violencia de género y así se les re victimiza al promover y proteger a sus acosadores.
Y es que fue ayer impresionante ver al Presidente verdaderamente molesto ante los señalamientos a Bonilla y Salmerón, al grado que -más allá de culpar al pasado del actual estado de cosas-, pidió no hacer “politiquería” con estos temas y de plano exigió se les respete, además de llamar a reporteros y medios a pensar “en el daño a las familias” de estos personajes y a “cuidar la dignidad de las personas”.
Esto obliga a sinceramente preguntar si AMLO tiene realmente en consideración la vida y la dignidad de las mujeres violentadas y de los periodistas asesinados en México o si tiene en cuenta el daño infligido a las familias de las víctimas resultado de estas agresiones que en su mayoría no se castigan.
Porque no son los supuestos adversarios los generadores de violencia. Las propias cifras oficiales dan cuenta de la gigantesca crisis de seguridad que vivimos. Basta revisar los registros del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, ahí están y son públicos.
Por ejemplo, en este gobierno de 2018 a la fecha son ya 50 los periodistas asesinados, mientras que en los seis años de la administración de Enrique Peña Nieto fueron 47 y en la de Felipe Calderón 46. El propio subsecretario de Derechos Humanos Alejandro Encinas reconoce que hay un 90 por ciento de impunidad en estos casos y que en el 43 por ciento de ellos está involucrado un servidor público.
Tratándose de los homicidios dolosos, durante los tres primeros años de este gobierno se han cometido 99 mil 569 asesinatos de los cuales más de dos mil 800 son feminicidios, cuando con Peña fueron 31 mil 285 con tres mil 56 feminicidios y con Calderón 30 mil 572 incluidos 3 mil 847 feminicidios.
En resumen, en tan sólo tres años se ha triplicado el promedio de homicidios dolosos de los dos sexenios anteriores y prácticamente duplicado los feminicidios y asesinatos de periodistas.
En este contexto nacional hay que hacer votos para que López Obrador reconsidere y deje de ver como adversarios a medios, periodistas u organizaciones de la sociedad civil, no son los enemigos. Ojalá volteé la mirada y se dé cuenta que los enemigos son otros, están ahí y son los que matan gente, asesinan periodistas y violentan mujeres.
Twitter: @nesojeda