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La inversión privada en Corea del Sur equivale a 35% de su PIB. Ésta es una de las razones por las que ese país ha crecido 5% anual en promedio y es uno de los líderes globales en investigación y desarrollo. En México, la inversión privada apenas supera 20% del PIB. Ésta es una de las causas de que estemos atrapados en una tasa de crecimiento mediocre, donde el techo parece estar en 2 por ciento.

Para crecer, se necesita detonar la inversión privada. Ésta es una de las lecciones que nos ofrecen los países que han alcanzado el desarrollo.

Nuestro récord, como país, se alcanzó el 2008, con 24 por ciento. Cifra muy buena comparada con 19% promedio en lo que va de este siglo, pero lejana de las marcas asiáticas, donde China llega a 40% e India supera 25 por ciento.

¿Por qué no hay más inversión privada en México? Tenemos recursos naturales en abundancia; somos uno de los 15 mayores mercados internos del mundo y contamos con una posición geográfica privilegiada, cerca de Estados Unidos y con cientos de kilómetros de litorales y playas.

Somos una joya en bruto y también un país hambriento de capitales, como lo decía Alfonso Romo en la reunión con los miembros del servicio exterior, a principios de enero, pero no llegan los capitales, ¿por qué? La falta de un Estado de Derecho es una de las causas principales. En este concepto caben la corrupción y su hermana, la impunidad. La corrupción produce un estado de desconfianza entre los inversionistas y encarece la inversión privada. A veces, la espanta. También produce capitalismo de cuates (crony capitalism), pero no un capitalismo de innovación, con capacidad de incrementar la productividad, innovar en bienes y servicios y ofrecer “derrama” social de prosperidad.

Nos pesa mucho la corrupción, pero también otras cosas: México ha carecido de una promoción eficiente, orientada a la creación de valor local y al desarrollo equilibrado de las regiones.

El boom exportador de la industria mexicana tiene un lado sombrío: las ventas de México al exterior tienen un bajo componente nacional, menos de 25% del valor total. Es mexicana la mano de obra, los empaques y los servicios administrativos. Las partes más valiosas —por ejemplo, la propiedad intelectual— pagan regalías y derechos a otros países.

El TLCAN no sirvió para detonar la zona sur-sureste. Frente a esto, no hubo políticas públicas que compensaran los desequilibrios regionales. Las diferencias entre Nuevo León y Chiapas se ampliaron en las últimas tres décadas. Es la brecha en el PIB per cápita, pero también en las oportunidades para las personas.

¿Qué cambiará con AMLO? El lunes se anunció la creación de un Consejo para el Fomento de la Inversión, el Empleo y el Crecimiento, que presidirá Alfonso Romo. La apuesta está en la implantación de una política industrial que atienda sectores y regiones, con un enfoque que esboza cierto proteccionismo a la mexicana. Falta un eslogan, pero el mensaje es claro: primero los mexicanos.

El anuncio del consejo es muy relevante, entre otras cosas, porque se da en un contexto de tensión entre AMLO y la IP. ¿Podrá este consejo restaurar o instaurar la confianza entre los empresarios y el presidente? Ésta es la cuestión. A ambas partes, les corresponde aprender a escuchar y procesar los agravios con madurez. Muchas cosas cambiaron el 1 de julio, pero, en otros aspectos, el mundo sigue funcionando igual. Una de ellas es que, cuando se confrontan gobierno y empresarios, cualquiera de los dos puede ganar, pero el país siempre pierde.