Ochoa Reza hizo mancuerna con Luis Videgaray desde su paso por el Tribunal Electoral, gracias al abogado chiapaneco, Emilio Rabasa Gamboa
Con la soberanía energética como telón de fondo, los hijos de la Revolución Mexicana saldaron remotas —aunque perennes— querellas. Los morenistas, herederos del cardenismo, emplazaron a los sucesores del callismo a definir su sitio en la historia.
La traición, en todo caso, comenzó hace una década cuando los firmantes del Pacto por México concretaron la agenda de reformas estructurales del neoliberalismo. Entre sus impulsores, Enrique Ochoa Reza —quien inició el sexenio como subsecretario de Hidrocarburos— llegó a la Comisión Federal de Electricidad, por designios de Luis Videgaray.
Ni siquiera dos años cumplió Francisco Rojas Gutiérrez al frente de la empresa paraestatal. Menos tiempo estuvieron allí otros salinistas —César Augusto Santiago y Rogelio Cerda, entre los más destacados— y aunque Pedro Joaquín Codwell terminaría el sexenio al frente de la secretaría de Energía, las decisiones fundamentales en la materia salían de Palacio Nacional.
Ochoa Reza hizo mancuerna con Luis Videgaray desde su paso por el Tribunal Electoral, gracias al abogado chiapaneco, Emilio Rabasa Gamboa. Y con un puñado de abogados itamitas se hizo cargo de la nueva empresa productiva del Estado y sus filiales. En el Senado estaba el entonces panista Gustavo Madero en la Comisión de Energía.
Del bando peñista, casi nadie queda para defender la reforma energética. Ochoa Reza, quien estuvo al frente del PRI en el 2018, cuando José Antonio Meade perdió en las elecciones presidenciales contra AMLO, pasó el primer trienio de la Cuarta Transformación en San Lázaro y aunque estuvo entre los primeros opositores a la iniciativa de Ley de la Industria Eléctrica, ya no buscó la reelección. Ahora radica en Canadá, empleado por una empresa del ramo energético. Su suplente era Fernando Elías Calles, fallecido el año pasado.
Madero ahora está entre los legisladores del Grupo Plural, pero no deja de defender la reforma energética del 2013 y los demás productos legislativos del Pacto por México. Igual, Santiago Creel Miranda —ahora vicepresidente de la mesa directiva de San Lázaro— y la exprimera dama, Margarita Zavala. Entre los perredistas, sólo quedan Luis Espinosa Cházaro y Fernando Belaunzarán.
A cada acción, una reacción. Y en las redes sociales. A la videocrónica del senador “plural”, Gustavo Madero, sobre la validez de la Ley de Energía, replicó Alberto Montoya Martín Del Campo, presidente de la CONAMER y exsubsecretario de Energía, con una argumentación técnica que no regateó epítetos. “La deshonestidad intelectual y política son inseparables”, sentenció. “para quienes han tomado la decisión de traicionar al pueblo de México… y propiciaron la total privatización del sistema energético de hidrocarburos y electricidad de los mexicanos, por empresas, fondos y poderes extranjeros”.
Otros directivos morenistas exigieron la recusación de Margarita Zavala, por presunto conflicto de interés, en la votación sobre la reforma constitucional que garantizará —según la iniciativa promovida por AMLO— la autosuficiencia energética, una transición energética soberana, una cancelación en el 2023 de las importaciones de combustibles, y el rescate del poder y la soberanía nacional, mediante el regreso de la CFE a su condición de organismo del Estado.
Domingo de resurrección. Domingo de definiciones. “Serénense”, pedía el líder de la mayoría morenista, Ignacio Mier, a los opositores en lo más álgido del debate vespertino, que precedió a la votación más importante de esta Legislatura.
A pesar de las banderas tricolores, las diatribas morenistas, el audio inteligible del discurso de Adolfo López Mateos, y el insaciable afán de quedar bien con YSQ, la derrota de esta iniciativa era inevitable. Y otra vez, un espectáculo vergonzoso en San Lázaro…