Minuto a Minuto

Economía y Finanzas Moody’s prevé la consolidación de las ‘fintech’ en México para 2025
Se prevé que las fintech operen bajo un marco regulatorio más sólido, ante las exigencias de bancos tradicionales por competir en igualdad de condiciones
Nacional “Tómbola judicial en el Senado fue una burla para México”: magistrada Iliana Contreras
La magistrada Iliana Contreras Perales apuntó que la tómbola judicial en el Senado causó una "gran indignación" en juzgadores del país
Nacional Clara Brugada presenta iniciativa para la licencia permanente en CDMX
Se trata de una reforma al Código Fiscal de la CDMX para establecer como un derecho la expedición de la licencia de conducir permanente
Nacional Jufed alerta que la reforma judicial “compromete” acuerdos comerciales
La Jufed reiteró que la reforma al Poder Judicial representa un “grave retroceso democrático y jurídico” para el país
Internacional Israel ataca una zona cristiana de Líbano mientras la cifra de muertos se eleva a 2 mil 300
Israel bombardeó un edificio residencial en la localidad de Aitou, de Líbano, que dejó al menos 18 personas muertas

Dijo Cosío Villegas que el drama de la generación de 1915 fue que sus miembros debieron cambiar “la pluma” por “la pala”. Dedicaron sus mejores esfuerzos al “hacer”, sacrificando en ello su obra personal como autores.

Mi maestro y amigo de la vida, Enrique Florescano, fallecido anteayer, fue un intelectual de la pala y de la pluma.

Fue un historiador prolífico, original y concentrado, que no dejó nunca la biblioteca ni el archivo. Su obra terminó siendo un fresco impresionante cuya pregunta central es por la memoria de la identidad mexicana.

La historia no es lo que sucedió sino lo que recordamos. Pocos historiadores habrán estudiado y comprendido tan bien esta inquietante paradoja como Florescano.

A la exploración de la memoria construida que es nuestra identidad, dedicó sus más fecundos libros: Memoria mexicana (1987,1994), Etnia, Estado y nación (1996), Memoria indígena (1999), una Historia de las historias de la nación mexicana (2002), Quetzalcóatl y los mitos fundadores de Mesoamérica (2004), Imágenes de la patria a través de los siglos (2005), Los orígenes del poder en Mesoamérica (2009), y su asalto al cielo de la construcción histórica de los pueblos en busca de consuelo, sentido y trascendencia: ¿Cómo se hace un dios? (2016).

Como historiador, a lo largo de su vida, pasó del estudio de los precios del maíz al estudio de los mitos de nuestro más antiguo pasado, sin moverse un ápice de las corrientes profundas, largas, duraderas, de la historia mexicana. A su manera fue una contradicción magnífica: un historiador de lo esencial.

Florescano fue también un gran organizador y animador de la cultura. Una cultura pensada para hacer, para entender y construir el país.

No confundió nunca independencia con antigobiernismo, ni calidad con elitismo.

Hubo siempre en él una fe profunda en las ideas como agentes civilizadores y en la educación superior como el lugar donde ha de pensarse en anticipación creativa el futuro de México.

Al final del camino pienso en él como un maestro de vida; emisor, decisivo para mí, de una triple pedagogía: la pedagogía de la historia, la pedagogía del trabajo y la pedagogía de la amistad.

Gracias Enrique, de todo corazón.

https://www.milenio.com/opinion/hector-aguilar-camin/dia-con-dia/enrique-florescano-1937-2023Dijo Cosío Villegas que el drama de la generación de 1915 fue que sus miembros debieron cambiar “la pluma” por “la pala”. Dedicaron sus mejores esfuerzos al “hacer”, sacrificando en ello su obra personal como autores.

Mi maestro y amigo de la vida, Enrique Florescano, fallecido anteayer, fue un intelectual de la pala y de la pluma.

Fue un historiador prolífico, original y concentrado, que no dejó nunca la biblioteca ni el archivo. Su obra terminó siendo un fresco impresionante cuya pregunta central es por la memoria de la identidad mexicana.

La historia no es lo que sucedió sino lo que recordamos. Pocos historiadores habrán estudiado y comprendido tan bien esta inquietante paradoja como Florescano.

A la exploración de la memoria construida que es nuestra identidad, dedicó sus más fecundos libros: Memoria mexicana (1987,1994), Etnia, Estado y nación (1996), Memoria indígena (1999), una Historia de las historias de la nación mexicana (2002), Quetzalcóatl y los mitos fundadores de Mesoamérica (2004), Imágenes de la patria a través de los siglos (2005), Los orígenes del poder en Mesoamérica (2009), y su asalto al cielo de la construcción histórica de los pueblos en busca de consuelo, sentido y trascendencia: ¿Cómo se hace un dios? (2016).

Como historiador, a lo largo de su vida, pasó del estudio de los precios del maíz al estudio de los mitos de nuestro más antiguo pasado, sin moverse un ápice de las corrientes profundas, largas, duraderas, de la historia mexicana. A su manera fue una contradicción magnífica: un historiador de lo esencial.

Florescano fue también un gran organizador y animador de la cultura. Una cultura pensada para hacer, para entender y construir el país.

No confundió nunca independencia con antigobiernismo, ni calidad con elitismo.

Hubo siempre en él una fe profunda en las ideas como agentes civilizadores y en la educación superior como el lugar donde ha de pensarse en anticipación creativa el futuro de México.

Al final del camino pienso en él como un maestro de vida; emisor, decisivo para mí, de una triple pedagogía: la pedagogía de la historia, la pedagogía del trabajo y la pedagogía de la amistad.

Gracias Enrique, de todo corazón.