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En un pasaje de su reciente gran libro, A la sombra de la superpotencia.

Tres presidentes mexicanos en la guerra fría, 1945-1958 (El Colegio de México, 2022), Soledad Loaeza ha recreado con lujo de detalles el contexto nacional e internacional en el que nació el Partido Revolucionario Institucional. Su parto fue fruto de un viraje hacia la modernización económica, en gran medida planteado por el presidente Miguel Alemán.

Y también de un viraje hacia el anticomunismo, impuesto por el inicio de la guerra fría, y por la llamada doctrina Truman, que definiría toda una época de contención anticomunista, hasta la caída del Muro de Berlín en 1989. Dos días antes de emitir el discurso que cifró su doctrina, Truman estuvo de visita en México, agasajado por un gobierno que quería obtener de él, y en parte lo obtuvo, un ambiente de apertura y apoyo a las inversiones estadunidenses para la industrialización de México. A cambio, México estuvo dispuesto a ofrecer lo que la circunstancia del mundo y el presidente estadunidense le pedían sin preguntar: su alineamiento en la cruzada anticomunista de Occidente.

Soledad Loaeza resume con elocuencia el momento: “El clima internacional había cambiado desde finales de 1946. El compromiso de Estados Unidos con la democracia latinoamericana fue sacrificado a las exigencias de la contención del comunismo.

“El presidente Harry Truman hizo una visita oficial a México en marzo de 1947, dos días antes de enunciar la doctrina internacional que lleva su nombre y que asumía el compromiso de defender la democracia en el mundo frente a lo que consideraba la agresión comunista.

“No fue una coincidencia que esa misma semana el entonces presidente del PRI, general Rodolfo Sánchez Taboada, denunciara el comunismo como una influencia perniciosa, y a Vicente Lombardo Toledano como agente de Moscú”. https://bit.ly/3Le5brc.

Los gobiernos del PRI limpiaron de comunistas sindicatos y organizaciones políticas, y se ganaron la confianza estadunidense de que podían hacerlo solos, sin que Washington metiera la mano, como lo hizo en el resto de América Latina.

El Partido Comunista Mexicano fue legalizado hasta 1978. México pudo tener relaciones de amistad con el mundo comunista, en especial con Cuba, sin que en Washington levantaran demasiado la ceja.