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Me he vuelto lector tardío de Robert Caro, biógrafo de dos personajes en cuyas vidas pueden leerse dos historias centrales de los Estados Unidos del siglo XX.

Caro logra en ellas algo cercano a una iluminación sombría de lo que late en el corazón político de aquel país, corazón a su vez de la historia moderna de Occidente.

Los dos personajes a cuya vida Caro ha dedicado la suya son Robert Moses y Lyndon Johnson.

Robert Moses es el hombre que rediseñó la Nueva York posterior a la gran Depresión de los 1930s, para construir encima y al lado de ella, a través y encima, la estructura de la ciudad que conocemos hoy.

El libro sobre Moses se llama The Power Broker. Es la historia increíble de un hombre que, sin haber sido gobernador del estado ni alcalde de la ciudad, rediseñó, negoció y construyó el área metropolitana actual de Nueva York, su sistema de transporte público, de calles y highways, y de vivienda. Cambió la vida de millones de neoyorquinos y creó el moderno suburbio de Long Island.

Lo hizo todo entre 1939 y 1964, desde posiciones secundarias en los gobiernos locales, siendo en todo momento, sin embargo, el gran demiurgo, diseñador, ejecutor dela capital del siglo XX.

Lyndon B. Johnson no necesita presentación, pero quien no haya leído al menos parte de los libros que Caro le ha dedicado, The years of Lyndon Johnson (cuatro tomos,le falta uno), no sabe hasta qué punto Johnson fue actor en estado puro, natural, de los talentos maquiavélico sin herentes a la política.

Y cómo ese personaje, manual vivo de Maquiavelo, fue a la vez, el presidente que cambió, para siempre y para bien, el oprobioso régimen de derechos civiles y desigualdad que prevalecía en EU en los 1960s, cuando era ya la primera potencia y el país más rico del mundo.

La mirada única de Caro sobre Moses y Johnson es que página a página, episodio tras episodio, los presenta batiéndose en el taller de la política pura y dura.

Es decir, en el día a día del misterio y el dilema ético mayor de la política y de los políticos, a saber: que medios reprobables pueden producir bienes deseables; que en la vida pública real a veces el fin dignifica los medios.

Un escándalo. Una realidad.