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Me llamó la atención un artículo encontrado en El Blog de la Salud.info titulado “Psicoanálisis de Donald Trump”, publicado por la periodista Kathleen, quien asegura que la manera de actuar de Donald Trump ha llevado a algunas personas a especular que este sujeto padece lo que los psiquiatras llaman trastorno de personalidad narcisista.

Sin embargo, la reportera advierte que los psiquiatras y los psicoterapeutas, por razones de ética profesional, no pueden hacer comentarios públicos, concernientes a su rol profesional, sobre el padecimiento de nadie. Podría perder la licencia aquel profesional de la salud mental que anunciara al mundo: “Donald Trump tiene un trastorno de personalidad narcisista”.

Pero esa reglamentación, aclara la autora de la nota, existe para los profesionales de la salud mental. Un periodista puede especular y echar un vistazo a los criterios que se toman en cuenta para diagnosticar un padecimiento. Así pues, valido del racionamiento de Kathleen y ayudado por ella, acostaremos en el diván —no sin antes aclararle que no se trata de una cama de bronceado— al precandidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, multimillonario que se ha casado tres veces con hermosas mujeres y que es dueño de enormes edificios que lucen de manera ostentosa su apellido.

Según el diagnóstico de la Asociación Americana de Psiquiatría y el Manual Estadístico de los Trastornos Mentales, la perturbación de personalidad narcisista se puede determinar cuando un paciente muestre al menos cinco de las nueve características que se enumeran a continuación:

  1. Un grandioso sentido de la propia importancia y superioridad.
  2. Una preocupación con fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor ideal que son un estándar para otros o un objetivo para los demás. (Lo último no lo entendí)
  3. La creencia de que él es especial y único y sólo puede ser comprendido por las personas o instituciones especiales de alto estatus, por ejemplo: las mejores escuelas o los asesores más brillantes.
  4. Una necesidad de admiración excesiva y constante.
  5. Un sentido de derecho, que nunca hay una razón para no salirse con la suya. (Como el querer cobrar el costo de la edificación del muro fronterizo de las remesas que mandan a México los paisanos radicados en EU).
  6. Comportamiento interpersonal explotador. (¿Será por eso por lo que ha ganado tanto dinero en los negocios).
  7. La falta de empatía. (No tener empatía significa no ponerse en los zapatos de los demás: en parte porque no son de marca elegante y en parte porque no son de su número).
  8. Le gusta provocar la envidia de los demás o tener la creencia de que otros están envidiosos de él.
  9. Una demostración de comportamientos o actitudes arrogantes o altaneras.
    Sin duda, Donald Trump tiene 11 o 12 de estas nueve características que lo hacen un narcisista de marca mayor.

Una paradoja: existen narcisistas a los que las mismas características de su padecimiento les proporcionan éxito económico y liderazgo por la seguridad con la que proceden; aunque en el largo plazo tengan serios problemas en sus relaciones personales o interfamiliares. A este tipo de narcisistas pertenece Trump. No cabe duda que su estilo trabaja para él.

En términos de imagen pública el modo de ser de Trump coincide con las expectativas que los estadounidenses esperan de sus líderes: tener confianza en sí mismos, ser positivos, actuar siempre teniendo la razón y nunca equivocarse, ser fuertes y egoístas en las relaciones de su país ante el mundo. En tiempos de incertidumbre como los que vive, en la actualidad, la sociedad norteamericana; cansada, como está, de los políticos tradicionales; con los recursos que tiene el precandidato republicano para manejar una campaña de marketing en la que se magnifiquen su características que si bien son producto de su narcisismo los manipulables ciudadanos gringos pueden comprar como las grandes cualidades, ¿qué pasaría si Donald Trump logra proyectarse y ganar la presidencia del país vecino del norte el próximo noviembre?

En el remoto caso de que ganara la presidencia el copete de pelos de elote, el trastorno de su personalidad narcisista, el mismo que lo llevó al triunfo, en cuanto sintiera seguro el poder, le haría caer, una y otra vez, en los siguientes patrones de conducta:

  • Autopromoción desvergonzada. Si algo funciona, se deberá al liderazgo de Trump; si falla, será culpa de un imbécil.
  • Caería en una arrogancia insultante para el ciudadano medio; exigiría trato de monarca. Hasta las más cortas distancias las recorrería en helicóptero. Tendría su “Air Force One” para uso exclusivo del presidente.
  • Liderazgo con la expectativa de engrandecimiento personal. La agenda presidencial sería diseñada para centrar la atención en Trump.
  • La gestión de crédito y mérito en favor de Trump. Cualquiera que sean sus creencias sobre sí mismo, actuará con una narrativa en la que siempre tendrá la razón y nunca se equivocará. Chivos expiatorios serán encontrados, ya sean inmigrantes, los pobres, los musulmanes, los ciudadanos idiotas, o simplemente el resto de la humanidad a la que habrá que exterminar.

Una prueba irrefutable de que Donald Trump no está psíquicamente sano para ejercer el poder del país más poderoso del mundo la tenemos en este tuit: “Lo siento perdedores y haters, pero mi cociente intelectual es uno de los más altos —¡Ustedes lo saben!— Por favor, no se sientan estúpidos e inseguros, no es su culpa”.