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‘Cuando mexicanos cruzaron nuestra frontera para alimentar a estadounidenses necesitados’
Foto de AP

Las políticas del presidente Donald Trump han provocado gran tensión entre México y Estados Unidos, sin embargo, The Washington Post ha querido recordar un momento en el que los estadounidenses se sorprendieron por el apoyo prestado por los mexicanos.

Este sábado, fue publicado en la edición digital del medio el editorial “Cuando mexicanos cruzaron nuestra frontera para alimentar a estadounidenses necesitados”, en el cual Stephen R. Kelly narra cómo México envió apoyo a Estados Unidos luego de que este fuera azotado por el huracán Katrina.

Kelly, un exdiplomático estadounidense que trabajó en México de 2004 a 2006, enseña en la Escuela Sanford de Políticas Públicas de la Universidad de Duke.

A continuación, el editorial del exfuncionario de la Embajada estadounidense en México, publicado el sábado 28 de enero y cortesía de The Washington Post:

En una escena que le habría dado palpitaciones cardiacas a Donald Trump, 200 tropas mexicanas ondeando banderas cruzaron la frontera estadounidense afuera de Laredo, Tex. hace 10 años y avanzaron sin oposición por la Interestatal 35 a San Francisco.

Fue la primera vez en la que un ejército mexicano había marchado en San Antonio desde 1836 cuando el Gen. Santa Ana masacró a los combatientes de la independencia de Texas sitiados en el Álamo

Esta vez, en cambio, los soldados mexicanos estaban en una misión de socorro para alimentar a decenas de miles de estadounidenses sin casa y hambrientos desplazados por el huracán Katrina. Tras colocar un campamento en la otrora base de la Fuerza Aérea afuera de San Antonio, distribuyeron agua potable, suplementos médicos y siete mil comidas calientes al día por las siguientes tres semanas.

Si esto no suena como el México sobre el que has estado escuchando recientemente – el que ha estado robando a Estados Unidos, el que manda violadores y criminales por la frontera – tal vez quieras considerar este poco conocido gesto de humanidad de nuestro abusado vecino del sur cuando pienses sobre Katrina 10 años después.

Yo fungía como el número 2 en la Embajada de Estados Unidos en la Ciudad de México en agosto de 2005 cuando Katrina tocó tierra en la costa del Golfo. La trayectoria de la tormenta no arrojaba peligro para México, y seguimos los eventos como la mayoría de los estadounidenses expatriados – asustados, pero a la distancia.

Pero no los mexicanos. Ellos veían las mismas escenas de cadáveres flotantes y esfuerzos fallidos de socorro en Nueva Orleans. Mi principal contacto en el Ministerio de Relaciones Exteriores de México llamó para decir que el Ejército mexicano tenía dos cocinas de campo que podían alimentar a las víctimas de la tormenta que se habían dirigido a Texas, y la Marina tenía dos barcos que podían ayudar con los esfuerzos de limpieza en Nueva Orleans.

Le dijo a mi contacto que la oferta era muy generosa, destacando que muchos países habían ofrecido asistencia, y añadí que el Departamento de Estado y la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias decidiría qué ofertas aceptar. Él dijo que era demasiado tarde para eso. El convoy ya había dejado la Ciudad de México hacia la frontera, y los barcos estaban listos para zarpar desde Veracruz.

Para poner esto en contexto, a los Estados Unidos les gusta pensar en ellos como el país que ofrece toda la ayuda, como hicimos cuando la Ciudad de México fue sacudida por un devastador terremoto en 1985. Pero pocos habían contemplado la posibilidad de que México vendría a ayudarnos.

Las siguientes 48 horas fueron una loca disputa para conseguir que Washington dijera sí, para descifrar cómo admitir a más de 200 elementos militares sin pasaportes o visas, y para reconocer que el Ejército mexicano, tradicionalmente uno de los elementos más nacionalistas y antiestadounidenses del gobierno mexicano, estaba haciendo un gesto extraordinario.

Funcionó. El convoy de 45 vehículos cruzó la frontera en Laredo al amanecer del 8 de septiembre y llegaron a San Antonio más tarde ese día. El único problema fue que el USDA (Departamento de Agricultura de Estados Unidos) no permitirían que los mexicanos sirvieran la carne que habían traído porque no podían probar que la habían producido en instalaciones libres de vaca loca. Sin inmutarse – y sin insultarse – los mexicanos compraron su carne localmente.

Para cuando su misión en San Antonio terminó el 25 de septiembre, los mexicanos habían servido 170 mil comidas, ayudado a distribuir más de 184 mil toneladas de suministros y realizado más de 500 consultas médicas.

Los marinos mexicanos también apoyaron con el retiro de ramas hundidas y otros escombros de la tormenta en Biloxi, Miss., donde posaron para unas fotos con el presidente George W. Bush, quien les agradeció por su ayuda.

Nadie se sorprendió más por esta misión humanitaria que la propia milicia mexicana. Quizás impulsado por su inesperada exhibición de competencia y compasión, incluso para su normalmente altivo vecino del norte, el ejército mexicano se volvió mucho menos defensivo y más dispuesto a cooperar con su contraparte estadounidense.

Los desastres como el huracán Katrina, o el espectáculo de las políticas presidenciales de Estados Unidos, normalmente sacan a la superficie el verdadero carácter de los jugadores. Los mexicanos demostraron que eran vecinos con los que podemos contar. Uno solo puede especular cómo Trump habría manejado la invasión mexicana si hubiera sido presidente. ¿Habría considerado a los soldados mexicanos sin visa como inmigrantes ilegales? ¿Enviaría kits de violación a los hospitales de San Antonio?

Deberíamos tratar de responder a estas preguntas pronto. Porque la temporada de huracanes está de nuevo sobre nosotros. Y nunca se sabe cuando se va a necesitar un vecino amigable, y una comida caliente.

Con información de The Washington Post