La historia del médico que salvó a Usain Bolt de no ir a Río 2016

Tras bambalinas del deporte también hay grandes historias, y esta vez hemos presenciado un drama deportivo, médico y mediático que tiene que ver con un médico deportivo, el más grande corredor de todos los tiempos y uno de los mejores entrenadores del mundo.

Esta historia puede ser dividida en varios capítulos, con altas y subidas, iniciando en Alemania y terminando en Jamaica. El primero se da en la ciudad Múnich, con la llegada de un entrenador que llegó a la ciudad alemana tras ganarlo todo con el Barcelona.

 Primer Capítulo: Josep Guardiola

Josep Guardiola llegó al club bávaro con el mayor prestigio posible que un entrenador haya podido tener a un nuevo club. Sin embargo, a la segunda temporada de su llegada al Bayern Múnich, una que estuvo llena de problemas de lesiones de los jugadores, ‘Pep’ tuvo un altercado con nuestro protagonista: Hans-Wilhelm Müller-Wohlfahrt (también conocido por sus iniciales, HWMW).

HWMW fue el médico durante 37 años del Bayern Múnich, hasta que en esa temporada fue señalado como el responsable de las lesiones que tuvo el equipo. Pero la suerte corrió de su lado, y lo hizo a través de la leyenda del atletismo.

Müller-Wohlfahrt renunció tras la derrota contra el Porto en la Champions League, luego del desaire que sufrió por parte del entrenador tras la lesión del central Mehdi Benatia durante el partido de la Copa de Alemania.

Segundo Capítulo: Usain Bolt

Una de las noticias que más alertó en el mundo del deporte a inicios de junio fue la que corría alrededor del misterio de Usain Bolt y si podría competir en Río 2016 tras un persistente dolor en el muslo, producto, de acuerdo con expertos que lo atendían, de un bloqueo en la articulación sacroilíaca.

De acuerdo con las declaraciones de Bolt, ello le impedía moverse con naturalidad y le creaba una persistente presión en rodilla y tobillo. Las molestias no habían remitido con un tratamiento conservador. Bolt llevaba varias semanas descansando en sus residencias de Kingston y Londres, recibiendo masajes en la articulación dañada, correteando descalzo por la hierba, rezándole a los dioses del deporte. El atleta corría serio riesgo de no poder participar en sus terceros Juegos Olímpicos, los de Río de Janeiro.

Días después, la federación jamaicana confirmaba la inscripción de Bolt en las pruebas de 100, 200 y 4×100 relevos de los Juegos Olímpicos de Río. Uno de los principales rivales del caribeño, el veterano velocista norteamericano Justin Gatlin había señalado: “Bolt estará en Río, no me cabe la menor duda. Ya hemos vivido esto antes. Se lesiona a falta de pocos días para un Mundial o una Olimpiada pero al final acaba participando. Y gana, claro”.

Bolt, un hombre de talento excepcional y genética privilegiada pero muy propenso a sufrir lesiones musculares, se puso en manos del doctor alemán que lleva tratándole desde que tenía 16 años. Sin trascender qué revolucionaria técnica aplicó HWMW para la puesta a punto del muslo del jamaicano. Bolt habla de “las manos mágicas de un hombre sabio”. 

Si algo ha hecho célebre a Müller-Wohlfahrt, es el uso casi sistemático de técnicas experimentales como las infiltraciones de ácido hialurónico (usado en tratamiento contra la artritis reumatoide), o inyecciones de extracto de miel e incluso sangre de ternera y cabra.

Ello gracias al uso de un arsenal homeopático cuya eficacia cuestionan muchos especialistas, lo que el jugador de fútbol Franck Ribéry, paciente de HWMW, llama “los potingues del buen doctor”.

Cabe recordar que la “manzana de la discordia” entre Josep Guardiola y HWMW no fueron ni el ácido hialurónico ni las inyecciones de sangre de cabra. Fue la rodilla de Thiago Alcántara. La primera vez que el joven jugador hispano-brasileño se lesionó de gravedad, Guardiola, que hasta entonces parecía tener una magnífica opinión del jefe de los servicios médicos del Bayern, cuya trayectoria como “doctor milagro” conocía de sobras, insistió en que fuese tratado en Barcelona por el doctor Ramon Cugat.

Alcántara recibió inyecciones de cortisona, un tratamiento conservador que, en apariencia, dio buenos resultados. Sin embargo, cuando el menudo y talentoso centrocampista sufrió dos recaídas casi inmediatas, una más grave que la otra, Guardiola se vio obligado a reconocer en público que la decisión de tratarle en Barcelona y no dejarle en manos del equipo de HWMW había sido suya, de nadie más, y se había revelado como un error.

Con información de El País