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Después de la corrección (definida como una caída de 10% o más a partir de un máximo para cualquier índice) observada en los mercados accionarios a nivel global en enero y parte de febrero, los principales índices bursátiles han experimentado una fuerte recuperación, borrando las fuertes minusvalías de principios de años.

Al cierre de ayer el índice Dow Jones y el S&P 500 marcan ganancias de 3.9 y 2.9%, respectivamente, en lo que va del año, mientras que el NASDAQ registra una minusvalía de 1.2 por ciento.

El S&P ha superado los 2,100 puntos —nivel que no se veía desde octubre del año pasado— y el Dow Jones ronda los 18,100 puntos, lo que representa su nivel más alto desde julio. Asimismo, ambos índices se encuentran a un tris de superar los máximos históricos registrados en mayo del 2015.

En menos de dos meses, hemos visto cómo los mercados han pasado de una situación de pánico donde varios observadores estaban listos para anunciar el fin del bull market más duradero desde 1930 y el comienzo de un bear market —comúnmente definido como un periodo prolongado de baja con un ajuste mayor a 20%— a un nuevo estado de complacencia, donde parece que no ha pasado nada.

Vale la pena recordar que la debacle de enero y febrero de este año no fue atribuible a un solo evento, sino al deterioro fundamental de un conjunto de factores de riesgo, entre los que estaban: i) la dramática y continua caída en los precios del petróleo y otros commodities; ii) la incertidumbre sobre la magnitud de la desaceleración de la economía china; iii) el impacto de una política monetaria menos acomodaticia en Estados Unidos, y iv) el impacto de todos estos factores sobre las economías emergentes.

Aunque en realidad no ha habido cambios fundamentales en la mayoría de estos factores, la percepción de riesgo sin duda ha disminuido por las siguientes razones: i) los precios del petróleo se han recuperado de los mínimos alcanzados en febrero y aunque casi nadie apuesta por un alza continua, parece que los mínimos de hace unos meses fueron una sobre reacción; ii) los datos más recientes de actividad económica en China siguen apuntando a una desaceleración, pero no a una debacle, y iii) ante el deterioro en las condiciones financieras a nivel global y la actividad económica, la Fed ha indicado que la trayectoria de alzas en la tasa de interés será más gradual de lo que había señalado con anterioridad.

La combinación de estos factores ha contribuido a frenar la apreciación del dólar y a crear un ambiente más propicio para los mercados emergentes; entre el 20 de enero y el cierre de ayer, el índice MSCI de Mercados Emergentes ha registrado un alza de 24% en dólares, aunque aún se encuentra 20% por debajo de su nivel de hace un año. Asimismo, la disminución en la percepción de riesgo ha contribuido a que los mercados accionarios finalmente reduzcan su estrecha e inusual correlación con los precios del petróleo observada durante los primeros tres meses del año.

La fuerte recuperación en los mercados ha llevado las valuaciones de las compañías en los mercados desarrollados a los mismos niveles que antes de la corrección, lo cual ha empezado a poner nerviosos a algunos observadores. Aunque sin duda los riesgos se sobredimensionaron a principios de año y la percepción sobre los principales factores de riesgo ha mejorado, éstos no se han esfumado.

Aunque la probabilidad de un bear market en el corto plazo es baja, no debemos descartar una nueva corrección de carácter temporal en los próximos meses.