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Añado unas reflexiones al tema de los artificios de la democracia de ayer.

Dije muy rápido que la democracia toda y sus reglas no son al fin sino artificios, normas pactadas cuyo valor sustantivo es construir gobiernos legítimos, populares, democráticos y eficaces.

La democracia que conocemos es una construcción artificial en el sentido amplio de que ha sido inventada por el hombre. No estaba en la naturaleza, ni siquiera en la historia antigua. De hecho es una invención reciente, que se reinventa cada día. Todas las democracias que conocemos son increíblemente jóvenes respecto del tranco largo de la historia.

La democracia es también un producto artificial en el sentido de que no hay una forma sustantiva, platónica u obligatoria de democracia, sino muchas variedades, todas experimentales, al punto de que casi cada país tiene la suya.

Salvo en ciertos rasgos generales —elecciones libres, división de Poderes, principio de mayoría— no hay tal cosa como la democracia esencial, a cuyo modelo haya que sujetarse.

La artificialidad mayor de la democracia es seguramente la que Borges sugirió al decir que es una exageración de la estadística.

La exageración de que habla Borges, si entiendo bien, es la que iguala la representación política y la legitimidad de los gobiernos con el número de votos.

Nada tan artificial como el principio de mayoría cuando se cuentan efectivamente los votos respecto al total de la ciudadanía. O cuando se juzga la calidad de los votos, o lo que representan en su sociedad.

El valor sustantivo de una norma democrática no debe juzgarse por su origen, que es artificial por definición, fruto de acuerdos políticos, sino por su resultado, porque el resultado de los artificios de la democracia es lo menos artificial que puede haber: produce buenos o malos gobiernos.

Si las normas democráticas producen gobiernos malos son un artificio fallido. Si producen gobiernos buenos, son logros civilizatorios que debemos preservar.

Nuestra democracia se parece más al primer caso que al segundo. Hay que cambiarla hasta que produzca lo segundo.

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