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Vivimos una epidemia global de coraje. Brexit fue la primera sacudida; luego vino Trump y una seguidilla de casos: Cataluña, las cinco estrellas en Italia y la deposición del hombre fuerte en Malasia. En México AMLO está tocando la puerta. Para muchos es el candidato de la esperanza. Imposible negar que hay algo más: también representa a los que están enojados.

Brexit, Trump, Cinco Estrellas, Cataluña, Malasia, AMLO. Cada caso es una fogata que se explica por las circunstancias de cada país, pero todos tienen mucho en común: representan una rebelión contra el orden establecido, un llamado a dar un golpe de timón en la economía y un intento por apelar a valores nacionalistas.

Es la revancha del hígado. El establishment ha cometido el error de querer combatir la bilis con estadísticas. Le pasó a Cameron en Inglaterra; a Hillary Clinton en Estados Unidos. Y le ha pasado a José Antonio Meade en México. Las estadísticas no apasionan a nadie… a menos que se relacionen con la Copa Mundial de Futbol.

Es una erupción. La era de la furia, le llama Pankaj Mishra, un autor indio que describe con lucidez nuestra época y nos invita a considerar que la furia es un fenómeno global y una expresión del malestar que produce un progreso mal repartido.

Hay muchos tipos de furia. En rojo incandescente por los casos de corrupción; hay otra, en gamas de gris a negro, que retrata la impotencia del sufrimiento que nos produce la inseguridad. Está  una de color amarillento, como el pasto seco, que pinta la inequidad y el mal reparto de las oportunidades. El suelo no está parejo. Los que pierden son casi siempre los mismos.

Paciencia. Los llamados a la paciencia parecen sensatos porque el proceso de repartir se lleva su tiempo. Lo que pasa es que han pasado muchos años y la desigualdad no ha disminuido. En estos días, apelar a la paciencia es una forma de exacerbar el coraje, nos recuerda Mishra. Se vive con prisa: esperar un año es mucho tiempo. Una década es una eternidad.

La furia no sería problema, si estuviera acotada. Lo que pasa es que ahora se está desbordando. Saliendo de cauce. Los smartphones multiplican los estímulos y están por doquier. En México hay más de 95 millones de teléfonos inteligentes. No existían en el 2006, cuando AMLO compitió por primera vez. Son cinco veces más de los que había al comenzar el sexenio. Los smartphones son uno de los símbolos más claros de estatus y avance social, pero también son el instrumento ideal para expresar la molestia.

El orden se ha visto retado por las nuevas tecnologías, pero también por alianzas que eran impensables hasta hace apenas un lustro: aristócratas con pueblo en Inglaterra; un millonario con los sindicatos en el caso de Estados Unidos; la izquierda ecológica radical con los herederos del fascismo en Italia. En México, están los evangelistas del PES junto a intelectuales izquierdistas de cepa, exdirigentes panistas y un coctel de sindicalistas que incluye a millonarios como Napito y anarquistas de la CNTE. Ojo: AMLO no tiene el monopolio de la furia. Escuchen a Anaya y no descarten a Meade. ¿Cómo terminará esta historia? Nada está escrito. Faltan las elecciones, el periodo de transición y los seis años en el gobierno. Lo que sí , es que los mexicanos estamos enojados.