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La retorcida historia del pretzel
Foto de Milwaukee Pretzel

Nadie sabe de dónde vienen, pero en el mundo hay gente que ama su curvilínea figura y sus suculentos sabores: Es el pretzel.

De hecho, parece que la figura del pretzel es más atractiva que su sabor, ya que no tiene uno definido y puede presentarse en versión de panes, galletas, botanas y hasta golosinas, todo en versiones dulces o saladas.

En Alemania, el pretzel es una especie de orgullo nacional y se puede probar con queso, en forma de sándwich, como postre o como acompañamiento de la comida. Pero la historia de su origen es un misterio y se cuentan varias versiones de él. Aquí le platicamos algunas de ellas.

Origen religioso

Una leyenda cuenta que en el año 610, los monjes italianos preparaban unos bocadillos de masa horneada con la forma de unos brazos cruzados o de unas manos juntas en la posición que suele usarse para rezar.

Se supone que esos bocadillos los usaban para regalar a los niños que se portaban bien y cumplían con sus oraciones. Era un suculento premio.

Con el tiempo, durante la Edad Media, se decía en Europa que el pretzel era una representación de la Santísima Trinidad, además de que sus tres huecos solían relacionarse con la prosperidad, la buena suerte y la larga vida.

En esas mismas épocas, el pretzel también fue un alimento importante durante la Cuaresma, ya que además de que no requiere ingredientes como leche o huevo –que en ese entonces tampoco se podían consumir– era lo suficientemente modesto para soportar los estrictos periodos de ayuno.

En diferentes épocas y lugares de Europa, el pretzel ha sido usado como símbolo de unión en las bodas o hasta como una especie de amuleto para año nuevo.

Los alemanes cuentan que el pretzel original es el pan grande, esponjoso y suave que ellos llamaban “Bracellae”, palabra derivada del latín “brazos pequeños” que con el tiempo se convirtió en “bretzel”.

Leyendas torcidas

La vida del pretzel tiene diferentes anécdotas. Por ejemplo, se cuenta que en 1510, cuando los turcos otomanos planeaban invadir Viena, Austria, empezaron a cavar túneles para cruzar las murallas que protegían la ciudad.

Pero a esas horas de la madrugada, los panaderos que se encargaban de hornear los pretzels ya estaban trabajando, por lo que se dieron cuenta de lo que querían hacer los turcos y lucharon contra ellos solamente con lo que tenían en sus manos. Al final, los panaderos resultaron vencedores e impidieron la invasión.

Después de esto, El emperador austríaco les otorgó un escudo de armas, el cual tiene la imagen de dos leones… con un pretzel en el centro.

Otra anécdota cuenta que, en 1477, un rey encarceló a su panadero porque se atrevió a darle un pan mal horneado. Tras los ruegos de perdón de parte de su esposa, el monarca decidió darle una oportunidad.

Para salir de la cárcel, el panadero, que ya para entonces había sido sentenciado a muerte, debía crear en tres días un pan que permitiera que el sol brillara tres veces a través de él.

Así, el panadero decidió inspirarse en la posición de los brazos que tomaba su esposa al rezar para crear el pretzel. El rey, al ver que cumplía con los requisitos que había planteado, perdonó al hombre.

Cuando lo adoptaron en América

Hoy, el pretzel es un alimento popular también en otros lugares del mundo, como en Estados Unidos, en donde se cuenta que llegó con los primeros pobladores y que lo usaban para negociar con los indios a quienes finalmente conquistaron.

En ciudades como Nueva York y en eventos como el futbol americano, el pretzel forma parte de la cultura estadounidense, pero su mayor tradición, sin duda, se encuentra en Alemania.

En México, el pretzel ha adquirido mayor popularidad en los últimos años, y puede ser un pan dulce o al estilo americano, preparado con una masa similar a la pizza y con sabores como parmesano o hasta chipotle. También los mexicanos prefieren las versiones rellenas con ingredientes como queso o algún elemento dulce.

Así la historia de este alimento tan versátil en sabor y preparación, pero nunca en presentación.