Incertidumbre es la palabra. Podemos analizar los factores, medir algunas tendencias, pero en lo fundamental, lo que va a suceder en la elección de 2018 es impredecible. Lo está siendo en estos días. Denisse Dresser recordó hace poco, en La hora de opinar de Leo Zuckermann, una frase de Jesús Silva-Herzog Flores, el secretario de … Continued
Incertidumbre es la palabra. Podemos analizar los factores, medir algunas tendencias, pero en lo fundamental, lo que va a suceder en la elección de 2018 es impredecible.
Lo está siendo en estos días.
Denisse Dresser recordó hace poco, en La hora de opinar de Leo Zuckermann, una frase de Jesús Silva-Herzog Flores, el secretario de Hacienda de Miguel de la Madrid, aquel famoso Diamante negro de la sucesión lamadridiana de 1988.
Decía entonces Silva-Herzog Flores que quien dijera que podía predecir la política mexicana, simplemente estaba mal informado.
Eran las épocas de la hegemonía del PRI. Todo lo que había que predecir entonces era lo que estaba sucediendo dentro del PRI. Es decir, por su mayor parte, lo que estaba sucediendo en la cabeza del presidente respecto de su sucesor en el PRI.
La democracia ha multiplicado los frentes decisivos en materia política, al menos entre tres competidores: el PRI y sus aliados, la alianza del Frente Ciudadano que reúne a PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, y la alianza de Morena y PT.
Estamos mejor informados que nunca sobre lo que pasa en el interior de esas formaciones, pero igual que entonces no podemos predecir nada.
La incertidumbre se ha multiplicado democráticamente, salvo en el caso del puntero, López Obrador, de quien sabemos hace muchos meses que será el candidato de Morena.
Pero la democracia ama la certidumbre. Una de las pruebas de su existencia es que nadie sepa realmente quién ganará una elección.
No obstante, paradójicamente, el único candidato presidencial seguro en las elecciones de 2018 es el que lleva la ventaja en las encuestas, López Obrador.
Es el candidato más fogueado, el más consolidado como tal, el más hecho. Sus adversarios posibles son principiantes como candidatos presidenciales. No han participado nunca en una elección presidencial.
Dieciocho millones de mexicanos votarán por primera vez en 2018, 2 millones más de los que votaron por López Obrador en 2012 (15 millones 896 mil), y un millón menos de los que hicieron presidente a Enrique Peña Nieto ese mismo año (19 millones 226).
Se diría, salvo por AMLO, que estamos en una elección de principiantes.