El 10 de diciembre, cuando la resonancia del asunto de la casa de Las Lomas desconcertaba y pasmaba al gobierno de Enrique Peña Nieto, Enrique Krauze publicó en el New York Times que el Presidente debía encarar a la nación, reconocer sus errores y ofrecer una disculpa, porque “nada confiere mayor nobleza a una persona … Continued
El 10 de diciembre, cuando la resonancia del asunto de la casa de Las Lomas desconcertaba y pasmaba al gobierno de Enrique Peña Nieto, Enrique Krauze publicó en el New York Times que el Presidente debía encarar a la nación, reconocer sus errores y ofrecer una disculpa, porque “nada confiere mayor nobleza a una persona en el poder que reconocer su propia humanidad”.
Krauze completaba así la solicitud: “Ninguna estrategia de reformas puede reemplazar la legitimidad de un liderazgo ético, especialmente en tiempos de crisis. Encarnar ese liderazgo debe ser la prioridad inmediata de Peña Nieto”.
Al día siguiente, el Wall Street Journal difundió la nota sobre la casa de Malinalco del secretario de Hacienda, Luis Videgaray. El viernes 12 tuve oportunidad de decirle al Presidente que Krauze le pedía que se disculpara:
—¿Disculparme? –meneó la cabeza, oprimió los labios—. No tendría problema en disculparme. Sería incluso lo menos difícil. ¿Pero de qué en concreto me tendría que disculpar? Todo lo de la casa es legal. ¿Acaso por no haber visto en aquel entonces que podría entenderse como un conflicto de interés que, en verdad, no veo que lo haya? Pero, sí, a lo mejor pudimos haber pensado entonces que algunos lo iban a poder ver así”.
Se fue enero y, como se apuntó aquí el lunes, al Presidente no le quedaba mucho más que ponerse en la primera línea de una cruzada anticorrupción. Ello lo forzaría a disculparse por lo descubierto en los últimos meses. Porque la percepción de algo turbio seguía ahí, estacionada y presta a ponerse en marcha.
Creo que el Presidente se disculpó ayer. Como tendría que hacerlo un jefe de Estado: con un cuidadoso mea culpa y decisiones de fondo contra el conflicto de interés. Quizá Los Pinos se tardó algunas semanas, pero lo de ayer parece un esfuerzo de verdad para poner al gobierno mexicano al nivel de las mejores prácticas mundiales.
—¿Fue la aceptación del Presidente de que la rendición de cuentas empieza en casa? –le pregunté al vocero Eduardo Sánchez por la tarde.
—Es el establecimiento de un nuevo estándar ético para el servicio público –respondió—. Por primera vez el sistema de rendición de cuentas deja de ser meramente punitivo e incorpora medidas preventivas. El Presidente ha elevado el estándar de lo que se le puede exigir en su conducta a los servidores públicos. Y, sí, ha demostrado que la rendición de cuentas empieza con él.
Habrá que ver qué piensa Krauze. Y quienes piensan como Krauze.
MENOS DE 140. Sí, y pronto el Sistema Nacional Anticorrupción. La Fiscalía General de la República se congelará en el Senado. Todo el periodo.