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En Guadalajara, Jalisco, la semana pasada, el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, en la inauguración del Tianguis Turístico 2016, describió su percepción del momento por el que atraviesa nuestro país: “Sé que a veces pueden decir y, leyendo algunas notas, columnas y comentarios que recojo de aquí y de allá, en donde se dice: ‘es que no hay buen humor; el ánimo está caído, hay un mal ambiente, un mal humor social’, pero déjenme decirles que hay muchas razones y muchos argumentos para decir que México está avanzando en distintos ámbitos”. ¿Como cuáles?, uno se pregunta.

Sería en una de esas ocasiones en que el mandatario no se mide en sus comentarios y se pone de pechito para el sarcasmo; cuánto me gustaría tener una charla con él, desde mi punto de vista de modesto humorista. Si pudiera hacer esto, platicar con el jefe de las instituciones nacionales, con cierta confianza le diría: Señor, dice usted que tiene la impresión de que en el país existe un mal humor social. Al respecto, permítame decirle que pocas sociedades en el mundo tienen la capacidad de reaccionar ante las desgracias con sentido del (buen) humor como la nuestra. Prueba de ello es la gran cantidad de chistes que se hacen sobre su gobierno y su persona. Aunque se queda corto, se acerca usted más al acierto cuando expresa que “el ánimo está caído”. En efecto, en los círculos ciudadanos, de distintos niveles sociales, culturales y económicos, se respira desánimo. Pero, si me lo permite, con todo respeto, le diré una expresión más descriptiva de lo que, en el momento, está pasando con las mexicanas y con los mexicanos: estamos encabronadas y encabronados.

A continuación le expondría una incompleta, pero suficiente, lista de acciones gubernamentales que generan pesimismo y exacerban el encono de una población que se siente agraviada por la clase política:

A pesar de que, dicho por el propio gobierno, la economía nacional no es de opulencia, sabemos lo que ganan los señores legisladores, los aguinaldos que se otorgan éstos y demás funcionarios públicos, incluyéndolo a usted y no digamos los ministros de la Suprema Corte —los mejor pagados del mundo en un país de pobres. Entre éstos sueldos y el salario mínimo (73.04 pesos diarios, 2.94 pesos más que el año pasado) hay un injusto y vergonzoso abismo. Los exorbitantes sueldos de los funcionarios públicos contrastan de manera grosera con la apreciación que muchos mexicanos tenemos sobre la ineficacia de ellos, a los que les fallan todos los planes públicos, no así los personales.

Motivo de megaencabronamiento son la corrupción y la impunidad: exgobernadores que en su periodo de gobierno se hicieron corruptamente multimillonarios y que andan tan campantes gozando de la impunidad que les da el pertenecer al partido gobernante. Aquí menciono, sólo de pasada, a Tomás Yarrington, Arturo Montiel, Humberto Moreira y Fidel Herrera Beltrán. Líderes de los trabajadores, cuyas fortunas son una mentada de madre —urbi et orbi—, y ellos, intocables: Carlos Romero Deschamps y Joel Ayala, los más emblemáticos exfuncionarios panistas sospechosos de enriquecimiento a los que nadie investiga: Genaro García Luna y Miguel Ángel Yunes Linares.

Tal vez hasta saldría a relucir la famosa casa blanca, de cuya adquisición su dueña, la primera dama, Angélica Rivera, nos explicó, un tanto cuanto enojada, en la televisión, cómo se hizo de ella, y ahí mismo dijo que la vendería, cosa qué no ha ocurrido. ¿Qué necesidad de prometer lo que no será?

Un caso similar en cuanto a ofrecer y no cumplir —le diría yo al señor Peña Nieto— con todo respeto, lo tenemos en usted. El 24 de noviembre del 2014, ofreció, entre 10 acciones para reforzar el Estado de Derecho, implementar, como otros países lo han hecho, el 911 como número de emergencia. Han pasado un año y cinco meses y no existe tal número.

Ahí reforzaría yo mi tesis del buen humor que tenemos los mexicanos. En lugar de reclamar la incumplida promesa presidencial, nos dedicamos a hacer memes y chistes, que son un mensaje de insatisfacción y un desahogo de la frustración.

-911: en este momento todos nuestros operadores están ocupados, espere en la línea. Su llamada es muy importante para nosotros.

Y es que, como dice don Samuel Smith: “La política pasó de ser un instrumento para la felicidad y el buen vivir, a un juego de cofradías que buscan el poder. En este contexto, el chiste es un mecanismo de defensa de la sociedad. Es la confrontación entre el ingenio social y el poder político”.

Decálogo del sexenio

1.- El rico y el pobre son dos personas.

2.- La Policía, el Ejército y la Marina, se supone que cuidan a los dos.

3.- El ciudadano paga por los tres.

4.- El político transa a los cuatro.

5.- El narcotraficante lava dinero por los cinco.

6.- El cura absuelve a los seis.

7.- En el Seguro Social y en el ISSSTE matan a los siete.

8.- Alguien entierra, incinera o desaparece a los ocho.

9.- El PRI gobierna a los nueve.

10.- Peña Nieto, apoyado por el PRI, al rico lo hace más rico, al pobre lo hace pendejo y al pendejo lo hace ministro (anote aquí el lector al secretario que considere merecedor del título).