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Una primera consecuencia de las medidas anunciadas el miércoles por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y el Banco de México (Banxico) fue la revisión a la baja de las estimaciones de aumento del PIB nacional para este año.

Las expectativas de crecimiento para este año están ya más cercanas a 2.5 que a 3% y también con una revisión a la baja en los pronósticos para el 2017.

No podía ser de otra manera si se recorta el gasto y se sube el costo del dinero, en un momento en que la economía mundial está muy lenta.

Pero está claro que no haber tomado medidas como éstas habría tenido consecuencias más onerosas para el desempeño económico.

Hay razones suficientes para pensar que estas determinaciones, asumidas en materia fiscal, monetaria y cambiaria, habrán de funcionar.

En primer lugar, porque a pesar de las presiones de los últimos días, no es un asunto personal en contra de la economía mexicana. Somos un pasajero de una descomposición que alcanza al mundo entero.

Es evidente que entre la baja en los precios de las materias primas y el cambio en la política monetaria de Estados Unidos, los países emergentes enfrentan las consecuencias.

Por lo tanto, si los dardos envenenados no tienen específicamente a México como destinatario, las medidas que desincentivan la especulación permiten que apunten en otra dirección, hacia una víctima más sencilla de vencer. Esto implica que no había una lucha de vencidas entre las reservas y las operaciones cambiarias especulativas, entre las tasas de interés y las presiones para aumentar el premio.

Un segundo aspecto que le da viabilidad a las medidas anunciadas es que dejan ver la coordinación entre las dos instituciones que son el pilar financiero del país: La secretaría de Hacienda y el Banxico.

No han sido pocas las ocasiones durante la vida autónoma del banco central mexicano en que hay discrepancias entre la autoridad monetaria y la fiscal. Hoy están los dos en el mismo camino de lograr la estabilidad.

Un tercer punto, que permite pensar que se podrá conseguir el objetivo de estabilizar los mercados, es que, a la par de la medida de contención de salida de capitales con el aumento de 50 puntos base, se añade una muy importante determinación para convencer que hay un compromiso con la estabilidad y el largo plazo.

Esta pincelada de responsabilidad fiscal, que muestra el gobierno de Enrique Peña Nieto, es un bálsamo para los que veíamos cómo era acelerado el deterioro macroeconómico.

Un cuarto elemento, que hace posible que las medidas funcionen, es que el gobierno federal enfrenta claramente el principal problema de su estructura que es la viabilidad financiera de Pemex. Dejan de obviar este peligro e inician la corrección determinada ya en pesos y centavos.

Y un quinto factor, que puede darle garantía de éxito, es que las autoridades monetarias y fiscales no asumen esto como el final de los ajustes. Prometen estar pendientes del desempeño de los mercados para determinar medidas futuras e inmediatas.

Por lo pronto, qué bueno que se tomaron medidas dolorosas, pero puntuales para enfrentar la cruda realidad financiera global.