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Hans Magnus Enzensberger es quizá el más grande de los escritores alemanes vivos. Es al menos el que yo he leído en todas sus edades y versiones, desde su memorable colección de ensayos Política y delito hasta su más reciente memoria, sorprendente, cabal, misteriosamente precisa y alusiva: Tumulto (Malpaso Ediciones, Barcelona, 2015).

Tumulto es un caleidoscopio de la memoria y los registros del escritor de los años sesenta y setenta del siglo pasado, años tan intensos, comprometedores y traicioneros para él como queda claro en la extraña, sesgada, insinuante reconstrucción de este libro.

El título elegido por Enzensberger es su primera provocación.

¿Cómo llamar a la agitación global que electrizó los 60 y los 70 del siglo pasado con la Revolución cubana, el movimiento del 68, la efervescencia del Tercer Mundo, Vietnam, las guerras culturales y políticas de la guerra fría?

¿Fueron esos años encendidos, apasionados, desconcertados el preludio de la revolución que soñaban? No. ¿Fueron una rebelión de consecuencias en sus propósitos de cambio? Tampoco.

¿Alcanzaron a sembrar la subversión del mundo que desafiaban, de modo que, a la manera del viejo topo de la historia, luego de una larga inmersión en sus oscuros designios, aparecimos del otro lado, en un mundo distinto, parecido a nuestros sueños? Tampoco.

El hecho es que cruzamos el sueño revolucionario de los 60 y los 70 y despertamos en el mundo reaccionario de Thatcher y Reagan, del cual no hemos acabado de salir.

¿Qué fueron entonces esos años de sueños y apuestas desmedidas?

Enzensberger responde: fueron un “tumulto”, una agitación de muchos que surge de ningún lado, camina un tiempo en el ánimo colectivo y se desvanece luego, dejando atrás la huella de la agitación compartida, a la vez genuina, profunda, episódica e insustancial.

Tumult se llama el libro en alemán. Tumulto en español. Del latín tumultus, dice la Real Academia de la Lengua Española. En su primera acepción: “Motín, confusión, alboroto producido por una multitud”. En su segunda acepción: “Confusión agitada o desorden ruidoso”.

¿Solo eso fueron nuestros sueños de entonces?

“Sacudido por la banalidad”, dice Enzesnberger en un pasaje de este libro, “uno se agarra al asiento como cuando el avión en el que viaja entra en turbulencia”.

Así nos aferramos a la memoria de esos años.

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