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Con el cambio en las condiciones del mercado petrolero no hubo más remedio que adecuar los presupuestos de este año y el siguiente para gastar menos en función de que se obtendrían menos recursos producto de la venta del petróleo mexicano.

Además del menor precio, la producción de Petróleos Mexicanos se ha derrumbado de una manera drástica y acelerada, con lo que se completa el cuadro de una crisis presupuestal importante.

Si tan sólo la reforma energética se hubiera llevado a cabo hace dos sexenios, hoy la situación sería otra. Al menos en materia de montos de producción, porque en lo que tiene que ver con el precio posiblemente esos hipotéticos buenos resultados mexicanos hubieran contribuido a la caída de los precios. Pero eso no sucedió. Lo que hoy tenemos es una reforma energética recién estrenada en un entorno adverso para su implementación y quizá por eso se debió repensar el orden de aparición de sus fases y sus rondas.

La fase dos de la Ronda Uno recién ejecutada resultó un éxito por los porcentajes de participación al estado de las ganancias. Aunque haber colocado tres de cinco no es lo que se buscaba, evidentemente. Puede ser aceptable, pero no era el objetivo. A pesar de ello, lo que ocurrió esta semana es una muestra de que la reforma energética sirve, da resultados y no fue ociosa.

Las profundas modificaciones legales que se hicieron en torno a los temas energéticos se emprendieron en momentos en donde el precio promedio del petróleo mexicano estaba por arriba de 80 dólares.

Es en esta fase de implementación, para la segunda fase de la Ronda Uno, donde se ha tenido que tomar en cuenta la condición del mercado. Porque durante la primera fase de la Ronda Uno se obvió esta situación y el resultado fue abrumador, muy desalentador.

Se han flexibilizado las reglas para compensar la falta de atractivo que provocan los precios bajos, pero la primera fase de la Ronda Uno debió ser posterior a la licitación del miércoles y aplicada tras las modificaciones recién aplicadas.

Inclusive, la llamada Ronda Cero hoy está claro que no tendrá los resultados esperados por la misma baja en los precios del petróleo y porque hoy sabemos cuál es la condición real de Petróleos Mexicanos, de ser una empresa pública con enormes problemas financieros.

La fase tres de la Ronda Uno será la más bonita, lucidora y políticamente correcta por la presencia de pequeñas empresas mexicanas. Pero a finales de este mes se tendrán que publicar las reglas de la licitación más importante de la reforma energética en materia petrolera: los proyectos de aguas profundas.

Está claro que las reglas tendrán que ser de gran flexibilidad y de total seguridad jurídica, para prevenirse del daño de los precios bajos y del daño todavía mayor del populismo que amenaza al país.

Más que pulir las reglas, las autoridades deberían usar este mes para sondear si realmente hay apetito en estos momentos de depresión petrolera de invertir miles de millones de dólares en las aguas profundas mexicanas, porque un fracaso en esa fase de la Ronda Uno podría ser desastroso para la confianza.

El hecho de que Shell haya tirado 7,000 millones de dólares en un proyecto de exploración en Alaska que recién abandonó por falta de rentabilidad debería encender los focos de alerta mexicanos y preguntarse si vale la pena sacar al mercado ahora la exploración en aguas profundas.