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Sheinbaum arranca su segundo año enfrascada en el intento imposible de querer silbar y sacar la lengua a la vez: busca cumplir la encomienda para la cual la eligió López Obrador, y anular el diseño de poder paralelo que le incrustó su elector.

En el ajedrez retorcido de López Obrador, A.A López es el rey de ese poder paralelo, con damas, caballos, torres, alfiles y peones, que van desde Beatriz Gutiérrez hasta Ricardo Monreal, pasando por Andrés Manuel López Beltrán.

Todos, menos A.A. López, dieron paso atrás (para intentar dar dos adelante luego, eh) cuando fueron exhibidos en felices vacaciones de verano, o en sus planes de exilio dorado:

Con Beatriz Gutiérrez, se supo de sus gestiones para ser ciudadana española y viviría en un barrio de ricos con su hijo en Madrid. La poderosa esposa de López Obrador quedó expuesta.

Con Monreal, se supo de sus vacaciones en el hotel Rosewood Villa Magna a dos mil 600 dólares la noche, con desayunos de 100 euros. Antes, lo captaron usando el helicóptero privado de Pedro Haces, señalado como narco.

Con López Beltrán, se supo de su viaje de potentado a Japón, en hotel de 22 mil pesos por noche durante 14 días. Fueron publicadas sus millonarias facturas de 48 mil pesos por cena. Apareció hasta en la sopa comprando en Prada, con cargabolsas y todo.

Todos le bajaron. Pero A.A. López no. Sí, está debilitado políticamente, su encargo de jefe del Senado parece hoy sólo nominal y muchos no lo respetan. Pero López Obrador lo mantiene, como líder del poder paralelo al gobierno de Sheinbaum.

Se pensó que caería por su peso el jefe del gobierno paralelo de López Obrador. Pero el jefe del gobierno paralelo de López Obrador únicamente puede caer si alguien asume el costo político de tumbarlo. Es una tarifa que sólo pagaría López Obrador.

La presidenta absorberá el costo de la impunidad de A.A. López. Debilitarlo es apenas una victoria pírrica y temporal: en México, la memoria política, social y económica es la de un gallo que olvida las gallinas que ama. Hasta candidato puede volver a ser A.A. López.

En un país con separación de poderes, A.A. López estaría bajo proceso judicial. Pero el México pensado por López Obrador (y puesto en práctica total por Sheinbaum) es un descarrío biopolítico. Ella es rehén del éxito del proyecto que la hizo presidenta.

Por detrás de A.A. López, las investigaciones gubernamentales ordenadas por Sheinbaum vinculan a A.A. López con el crimen organizado y la evasión de impuestos. Pero, delante de A.A. López, Sheinbaum tiene que defender a A.A. López.

¿Qué es de risa loca? Pues por eso vota México desde 2018.

Por una locura.